Elementos de crítica del valor
El análisis de
madurez de Marx (particularmente en los Grundrisse
y en El capital) conduce a la
conclusión de que el capitalismo, a causa de su estructura básica –la ciega
compulsión a la acumulación de capital y la valorización del valor, explorada
sobre todo bajo la figura del fetichismo
de la mercancía– no puede propiciar una sociedad consciente. En la
producción mercantil la actividad social, canalizada como trabajo abstracto, asume una “apariencia objetiva” en la mercancía,
el valor y el dinero. Las acciones de intercambio (en las cuales se impone el tiempo de trabajo socialmente necesario como
elemento regulador, la “ley del valor” funcionando como una suerte de ley
natural) produce esa apariencia objetiva, de la cual, sin embargo, los seres
humanos no son conscientes. “Su propio movimiento social posee para ellos la
forma de un movimiento de cosas bajo cuyo control se encuentran, en lugar de
controlarlas”.[1] En la
producción mercantil desarrollada (es decir, bajo el capitalismo) es el proceso
de producción el que domina a los seres humanos, en vez de dominar ellos sus
procesos de producción. Tenemos “relaciones
propias de cosas entre las personas y relaciones
sociales entre las cosas”[2]
en un mundo fantásticamente (pero muy realmente) invertido, puesto cabeza
abajo, donde casi nunca conseguimos advertir lo que de verdad sucede.
El comportamiento puramente atomístico de los hombres en
su proceso social de producción, y
por consiguiente la figura de cosa que
revisten sus propias relaciones de producción –figura que no depende de su
control, de sus acciones individuales conscientes–, se manifiesta ante todo en
que los productos de su trabajo adoptan en general la forma de mercancías.[3]
Como sugería Murray
Bookchin, “sería más fácil persuadir a una planta verde de que renunciara a la
fotosíntesis que pedirle a la economía burguesa que desista de la acumulación
de capital. No hay con quién hablar. La acumulación no viene determinada por
las buenas o malas intenciones de un burgués individual, sino por la relación
de intercambio en sí; por lo que Marx tan acertadamente llamó la unidad celular
de la economía burguesa”.[4] La alienación
masiva está anclada en la misma estructura de la realidad capitalista, y en el “Marx maduro” (el de los Grundrisse
y en El capital) este análisis de
la alienación se concreta en su escrutinio del fetichismo de la mercancía. Sobre todo teóricos de la Wertkritik (crítica del valor) como
Robert Kurz, desde los años ochenta del siglo XX, han esclarecido esta
cuestión.[5]
Como ha sugerido
Peter Singer, la visión filosófica central de Marx −descrita en términos de
alienación por el joven Marx, y teorizada como concepción materialista de la
historia por el Marx posterior− sigue siendo relevante para nosotros hoy. El
pensador de Tréveris “vio que colectivamente no controlamos nuestro propio
destino. Individualmente, tomamos decisiones que promueven nuestros propios
intereses, pero el efecto colectivo es lograr resultados que nadie quiere y que
empeoran la situación de todos. El hecho de que la solución de Marx a este
problema fuese errónea no significa que el problema no sea real, o que no
debamos buscar un futuro mejor donde resulte posible solucionarlo”.[6]
Más recientemente,
Mark Hunyadi también ha dado en el clavo al señalar que tenemos un grave
problema práctico: incuestionables modos
de vida impuestos sistémicamente (pensemos en las dinámicas de
digitalización y financiarización de la sociedad, por ejemplo), que escapan a cualquier control ético o
democrático, moldean nuestra existencia cotidiana. “Una institución como
el sistema bancario, por ejemplo; un principio como el de igualdad, una
mentalidad como el culto a la ganancia, un tipo de racionalidad como la
cuantificación de todo lo dado: (…) todo esto determina modos de vida a los que
no tenemos opción de escapar”.[7]
El modo de vida se sitúa en la interfaz del sistema y la experiencia social tal
y como es vivida por los propios actores, y designa “las expectativas de
comportamiento impuestas de forma duradera por el sistema a los individuos y
los grupos, y que se imponen independientemente de la voluntad de los actores”.[8]
Podríamos esquematizar su surgimiento y consolidación del siguiente modo: 1)
agregación de efectos, 2) propiedades emergentes y 3) refuerzo por los hechos
consumados.
[1] Karl Marx, El capital (capítulo primero del libro
primero, edición de Pedro Scaron), Siglo XXI, Madrid 1984, p. 91.
[2] Marx, El capital, op. cit., p. 89.
[3] Marx, El capital, op. cit., p. 113.
[4] Murray
Bookchin, “Hacia una sociedad ecológica”, conferencia para las Future World Lecture Series de la
Universidad de Michigan (Ann Arbor), 19 de febrero de 1973. Luego recogida en
su libro Por una sociedad ecológica,
Gustavo Gili, Barcelona 1978.
[5] Una
iluminadora introducción en Anselm Jappe, Las
aventuras de la mercancía, Pepitas
de Calabaza, Logroño 2016.
Por
cierto que la cuestión de la alienación en Marx también puede estudiarse desde
la perspectiva del individualismo metodológico… “La
alienación es el efecto necesario de ciertas estructuras o formaciones sociales
que, aun siendo el producto de la acción humana, tienen como efecto tornar al
hombre extraño a sí mismo y hacer que los resultados de sus acciones se desvíen
—y eventualmente sean opuestos— de sus intenciones, deseos o necesidades. Poco
importa que el término alienación fuera abandonado en las obras de
madurez, en parte, sin duda, para marcar distancias con el carácter metafísico
de la Entfremdung hegeliana: con el vocablo o sin él, la idea está
presente en toda la obra. (...) La obra de Adam Smith y en general de los
economistas ingleses le permite dar un contenido analítico a la noción de
alienación. (...) Cuando los individuos están sumidos en ciertas estructuras de
interacción e interdependencia, el producto de su interacción puede asumir la
forma de un mal colectivo y eventualmente de males individuales indeseables
para todos o para algunos. Así, cabe considerar alienados a los capitalistas
(...) en el sentido de que la situación de competencia en que se encuentran
unos en relación con otros les lleva a incrementar su productividad y, de
manera general, a trastornar continuamente las condiciones de la producción. Al
hacerlo, operan un encadenamiento de ‘contradicciones’ y de crisis que sería
evidentemente del interés de los capitalistas como tales evitar. Pero si
hipotéticamente un capitalista en particular procurara actuar para obviar estas
crisis (por ejemplo, absteniéndose de invertir) sólo podría provocar su
eliminación del sistema. Así, la estructura de competencia impuesta por el
sistema de producción capitalista es generadora de fuerzas sociales que
dominan al individuo. Estas fuerzas le resultan y le parecen exteriores. Llevan
a consecuencias no buscadas. Pero únicamente tienen existencia a través de los individuos.
Sólo los seres humanos hacen la historia, aunque no sepan que la hacen.”
Raymond Boudon/ François Bourricaud: Diccionario crítico de sociología, Edicial,
Buenos Aires 1993, p. 388.
[6] Peter Singer, “Why
Marx’s philosophy but not his economics matters now” (entrevista), 3:AM Magazine, 26 de abril de 2018; https://www.3ammagazine.com/3am/why-marxs-philosophy-but-not-his-economics-matters-now/
. En otro lugar, el filósofo australiano sugiere que “la enseñanza más importante
de la visión marxista de la historia es negativa: que la evolución de las
ideas, las religiones y las instituciones políticas no es independiente de las
herramientas que usamos para la satisfacción de nuestras necesidades, ni de las
estructuras económicas que organizamos en torno de esas herramientas ni de los
intereses financieros así creados. Si parece una perogrullada, es porque ya
hemos interiorizado esa idea; y en ese sentido, hoy todos somos marxistas”
(“¿Es Marx todavía relevante?”, El Tiempo,
6 de mayo de 2018; https://www.eltiempo.com/mundo/europa/analisis-de-peter-singer-213962
). Singer ha justificado con más detalle su juicio sobre Marx en su librito Marx: A Very Short Introduction.
[7] Mark
Hunyadi, La tiranía de los modos de vida. Sobre la paradoja moral de nuestro
tiempo, Cátedra, Madrid 2015, p. 23.
[8] Hunyadi, La tiranía de los modos de vida, op. cit., p. 47.
Jorge Riechmann. Bailar encadenados. Pequeña filosofía de la libertad. (y sobre los conflictos en el ejercicio de las libertades en tiempos de restricciones ecológicas). Ed. Icaria. 2023
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