Veo en la pantalla
vuestras serias caras de fariseos
y siento ganas de vomitar
cuando guardáis silencio
por vuestros muertos
mientras dejáis
que los cuerpos de los niños
(que no son vuestros,
que no merecen vuestra palabra
ni vuestro silencio)
sean desgarrados por las bombas,
cada día,
allá lejos,
donde enviasteis vuestras banderas
a plantar semilllas de libertad;
eso decíais,
eso seguís diciendo.
Y no se os cae vuestra pétrea cara
de vergüenza
porque la tenéis cosida
con las venas
de los que matasteis.
Y la sangre ya no se va
de vuestras manos
por mucho que las lavéis:
puedo verla
manchando vuestros impolutos trajes
de santos demócratas.
Muchos sabemos ya
que estáis desnudos.
Pero seguís tapando con pueriles
mentiras
la evidencia que os condena,
mientras consoláis a los que pierden
a sus hermanos, hijos y amados
en la pira que sólo vosotros
encendisteis.
Aún veo la ceniza cubriendo vuestras
caras,
manchando la pantalla,
rebosando como pus,
extendiéndose por el suelo de la
sala,
llenando mi nariz
con el insoportable olor
de aquellos que murieron
por vuestras acciones y omisiones:
¡VUESTROS MUERTOS!
Manuel Casal Lodeiro

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