Cuánta perseverancia en las iglesias y carnicerías
que un día desaparecerán entre montones de polvo,
en la tenacidad de la gente que intenta
ser cada vez más idiota
para no desentonar con sus héroes de la
televisión,
en el empeño de las masas que suben sus
miserias al facebook
para que nadie las mire,
en el tesón del solitario
que ignora que este mundo está hecho de
su misma pasta,
en la constancia del niño que reclama la
atención de sus padres
para cerciorarse de su existencia
incordiante y agotadora,
en la paciencia del figurante
que asegura su papel siendo espectador y espejo, a un
tiempo,
en el amante que a pesar de encontrarse una y otra vez
con la carta XIII del tarot pretende ser
correspondido,
en el amor que ciega hasta no ver
sino un reflejo de uno mismo que hay que abrazar
para que deje de ser otro.
Antonio Orihuela. Salirse de la fila. Ed. Amargord, 2015
Y súbitamente, la innombrable ausencia.
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