Esta canción es pura sociología. A quién se lo ocurre jugar al
demócrata. Aquí las experiencias no resultan porque venimos de Franco, del
“vivan las caenas” y del “si ya sabes como me pongo para que me invitas”,
especialistas en echar balones fuera por la cara como un portero de waterpolo.
Con el tirón televisivo
de un Late Night, Buenafuente coló a David Fernández en Eurovisión.
El Chiqui chiqui era un esperpento. Chiquilicuatre ponía sobre la
mesa la irreverencia nacional. Es el Torrente de la música, el Viridiana
de Eurovisión. Tenía un cuerpo de baile que parecían Los siete samuráis del
Campeones de Fesser.
Por no reconocer el gol
continuaron el experimento de la votación y la España cañí de Forocoches,
presta a aborragar lo aborregable, llevó a John Cobra a la gala final de
TVE, con un momento de bochorno inolvidable. La Igartiburu, acostumbrada a
comer uvas, se quedó con la boca abierta mirándole el paquete al rapero. El
ente público sacrificó audiencia por corrección y volvieron al dedazo.
David Fernández
interpretó la mofa muy bien y le votaron más que a muchos. Nos levantó del
asiento ese efímero instante donde la vida cobra sentido como cuando ponen a Georgie
Dann en el toro mecánico, como una espantá de Curro Romero o salía Iván de la
Peña en el minuto 75. Esa gente a la que seguimos por lo que dejan de hacer y
despiertan el monstruo punkie del descojone.
Chiquilicuatre es a Eurovisión lo
que El Tequila a Got Talent. Personajes de un carisma peligroso
que reconforta, como Chávez en la ONU, el Pocholo de Sálvame o el
Arguiñano de Airbag.
Sólo Víctor Lemes ha
parodiado mejor la canción del verano (que nadie se pierda Análisis
estructural de una canción comercial).
No sé si por ahí fuera
cultivan el género chorra como aquí. Nos va la risa y nos sobra calidad porque
entendemos que la carcajada tiene calidad intrínseca porque hace el recorrido
de vuelta. Ya escribí en alguna mentira que la risa es un resultado. La comedia
solo existe como depuración (reír por no llorar). De ahí que nos guste cantar
“qué difícil es hacer el amor en un Simca1000” de Los Inhumanos.
El género chorra
aglutina a las mentes más capaces del país y ya hasta las multinacionales le
han visto el negocio. Ojete calor tenía a Universal detrás con
una producción a lo Ladilla rusa (no se pierdan el Kitt y el Macaulay
Culkin) y es que Los Ganglios vieron el tema antes que nadie y por
eso ya están en otra cosa.
La Trinca, No me pises que
llevo chanclas, Mojinos escozios y por ahí, fueron nuestros
pioneros. Eran el resultado de quitarle importancia a La Mandrágora de
Krahe que es la traducción patria del genio de George Brassens.
La Ogra, La terremoto de
Alcorcón y Jirafa Rex x La Pili son sucedáneos. Los cuerdos de
atar son la versión callejera que anda por Youtube (No hay que
maltratar a los animales, tiene su gracia).
En Facebook anda
el grupo Musiquina apocalíptica que refresca toda esta morralla, a
diario, como una catársis de oxígeno.
Jonás Sánchez Pedrero. Trilogía 59. Ed. Ediciones del Ambroz, 2021.
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