Cuando
me besas…
Una
extraña raíz fasciculada no deja de crecer en mi cabeza
y
una bengala chisporrotea en cada pelo de su ramificación.
La
ciudad enciende sus luces
y
el universo se expande alejando las galaxias un poco más.
Un
motor ciego canta la historia de las partículas elementales.
Una
piedra cae en el lago de la serenidad
y
forma ondas que se extienden iguales durante mil años
hasta
encontrarnos en el mismo sitio del que partieron.
Un sismo de ocho en la escala Richter
sacude el campanario de la iglesia de los
Remedios en Cholula
y yo me hago fragmento azul entre tus manos.
Una barquita fondea en una diminuta playa
de las Marietas
para ver peces tropicales en los
arrecifes de coral
y sé que soy ancla, timón y turbulencias.
Los
átomos se vacían y los neutrinos me atraviesan como si no existiera,
me
quedo sin masa, disuelto en diminutas cuerdas
que
suenan acompasadas a mi respiración
como
un oculto violonchelo hecho de materia oscura,
de
ovillo y vibración, que da consistencia y temporalidad a ti, a mí,
a
los tres mil mundos contenidos en cada grano
de
esta tormenta de arena que llamamos realidad.
Sí,
me besas y, cuando me besas, estallo en mil pedazos,
me
deshago de lo que me pareció ser,
salgo
de mí, soy entonces, amor,
el
poco de ti que tú me dejas,
todo
lo distinto que no era.
Antonio Orihuela. El sabor del cielo. Ed. Huerga & Fierro, 2022
... Quien lo probó lo sabe. Gracias Antonio.
ResponderEliminargracias Jonas!! Mañana seguimos contigo!!
EliminarNo es difícil entender a los montañeros. ¿Para qué si no está el cielo?
ResponderEliminarEs un poema d extraordinaria calidad. ¿Cómo se puede escribir tan bien? ¡Enhorabuena, maestro!
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