Me acuerdo que la escuché en un triple CD que vendían en las
Tiendas Tipo. Eran los últimos coletazos de La Industria musical. Había
tiendas de música (Madrid Rock, Metralleta, Movieplay...),
programas de música (Música Sí, El séptimo de caballería...), y
hasta Canales de música (Mtv, 40Tv, Sol Música...).
Piensa era un título que
sugería y me interesé por Los Moriles, pero repetían moldes ya hechos.
Querer ser Supermán está
bien para el propietario del gimnasio, pero si lo que quieres es ser tu propio
héroe, vete doblando la capa y abriendo los ojos porque lo primero que hay que
hacer para ser Batman es no pretenderlo. Que los reyes son los padres es
la primera lección.
El jolgorio del Piensa
salió en plena era de Ska–p. El videoclip parece ilustrado
por el gran Pablo Gadea. Los Moriles hicieron algún Radio3 hace
poco y percibí cómo embarga la tristeza cuando las cosas no terminan cuando
deben. Me acordé de Sargento García y Potato. Lo heroico de la
resistencia es su dignidad, sin ella caemos en la caricatura como le pasa a
Mick Jagger o Sabina. Hay que saber dejarlo como hay que saber no arracancar si
no es lo tuyo.
La eutanasia musical
debería ser obligatoria. En el deporte esto no pasa, el mercado impone su ley y
no quiere a Donato más allá de los cuarenta por muy “minoría étnica” que
sea. A mí me pasa con estas 59 mentiras de música. Me está costando
cojones llegar a las 59 y pienso en dejarlo aquí, pero quiero demostrarme
que no me importa nada lo que escribo y que el lector se dé cuenta.
El ballet y la danza clásica
son otros deportes que solo el mito vanidoso de Alicia Alonso se atrevió a
cuestionar. Por lo general, si no saltas como los cisnes de Tchaikovsky te
comes el lago. El baile flamenco es otra cosa. Uno ha visto en Triana pura y
pura de Ricardo Pachón, a una gitana, a la que había que levantar de la
silla, bailar un reggaetón que me río yo de la Beyoncé.
A mí me gusta que al
viejo le tiemble la mano cogiendo cualquier aguardiente, en cualquier bar de
cualquier pueblo. Me gusta que se arranque tres compases impelido por la pesca
del tiburón de barra. Que cante despedidas y melancolía de pestaña con orín en
los zapatos. Hay que saber mearse fuera como las notas amargas de gargantas sin
afeitar. Hay que saber tocar las palmas del adiós, tirar la toalla y dar el
consejo.
Al final todos parecen Joselitos,
mercenarios de sí mismos, tiñéndose la historia con el Just for men del
sombrero. Envejecer bien es ser Fernán Gómez, ser profesionales como José Luis
Perales o Miguel Ríos y bajar el telón subiéndose al libro. Morirse de un
infarto decente como Krahe. Acabar como un Vicente del Bosque de los
escenarioak.
Jonás Sánchez Pedrero. Trilogía 59. Ed. Ediciones del Ambroz, 2021.
Una prosa, cuando menos, laboriosa. Cuesta arriba, vamos.
ResponderEliminarNo suelo contestar porque no sé qué decir, pero agradezco vuestra lectura de corazón. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminar