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jueves, 16 de mayo de 2024

3 poemas de NO MIRES ATRÁS, ORFEO de JOSÉ SALENTO

 


La caída de Orfeo

Between grief and nothing
I will take grief.
William Faulkner

 

 

Unos ojos ensombrecen la oscuridad,

Se mecen en las tinieblas de la memoria,

Unos ojos insomnes, sempiternos,

Que ya no tienen cuerpo

Ni cuencas donde reposar lo mirado.

Se balancean sin compás alguno,

Como movidos por el viento del tiempo,

Guardan distancia en lo oscuro,

Parecen ciertos y petrificados,

No se inmutan ante la lira de Orfeo,

No responden a la canción ni al poema,

Solo existen y flotan en un vacío,

Cada vez más profundo y recio.

Si alguna vez fueron parte de algo,

Ya no lo son de nada,

Ni de estatua de sal

Ni de alma secuestrada,

Son solo dos ojos que flotan

En la depresión de las sombras.

Su mirada no hace la carne piedra,

Mas lacera como un cristal roto,

Y de la sangre que emanan las heridas

Surge al contacto con la tierra

Flores que huelen a azahar en primavera.

Pero los ojos son impasibles ante la

Decadencia de la égida y el rugir

De un mundo nuevo.

Al otro lado de la mirada

Las ménades se sienten afrentadas,

Con la locura que portan las masas
Ponen fin al hijo de Calíope y de Apolo,

Mientras una voz a lo lejos clama

«No mires atrás, Orfeo».

 

 

 

El hilo dorado

—¿Lo creerás, Ariadna? —dijo Teseo—.
El minotauro apenas se defendió.

Jorge Luis Borges

 

 

Tus pies atraviesan los umbrales

Dejando atrás un hilo dorado,

En tu frente dibuja el sudor

Escarchas de agua caliente,

Y la sangre de un minotauro

Empapa tus manos de efebo.

Tienes tan solo veinte años

Pero ya has sido sacrificado,

Al sol le debes tu trabajo,

A la luna el descanso.

Por ello te aferras al hilo,

A la ilusión de una salida

Que te lleve a las noches
De vino y acordes,

Y de jamelgos desbocados.

Morir a los veintisiete no parece,

Así dicho, un mal trato.

Sin embargo, las paredes se hacen

Eternas y cierran las semanas

Y los años, y ahora tienes treinta,

Pero los ignoras para seguir tirando.

Doblas las esquinas gemelas,

Hermanas de todas las anteriores,

Ya nada sabe a nuevo ni encuentras

Placer en ninguno de tus actos.

Los compañeros que iniciaron

Contigo el camino se han perdido

O han desertado, sin dudarlo,

Del sendero del hilo dorado.

Mañana cumples cuarenta,

Estás solo y solo acompañado

Por la certeza de una salida,

Por las sombras y la rutina.

Tu cuerpo ya conoce el dolor

Y las miserias de la existencia,

Tu cabeza es un polvorín

En permanente estado de alerta.

A pesar de que la luz ya no ilumina,

Sigues en pie, agotado pero aún

Convencido, tirando de aquel

Viejo hilo dorado.

 

 

Tedio en la tarde

Unos ojos encendidos alumbran la tarde

Y su rugido es el himno del tedio.

Se emplaza la memoria al sopor del fin del día 

y es calamidad el tiempo perdido.

Tánatos y Eros están de cacería y nadie
En la ciudad quiere batirse en duelo,

Así que endulzo el pensamiento con algún

Motivo estúpido y hago grande mi estulticia.

Qué bueno hubiera sido

Haber nacido holgazán,

Idiota,

Funcionario,

Votante de la derecha,

O simplemente

Alguien con la cabeza sobre el cuello.

Sin embargo,

Llevo en mi cinto una espada de madera

Y tengo los ojos encadenados al cielo.

 

Se desangra la tarde sobre las antenas

De los edificios

Y creo que alguien me reclama a los lejos.




José Salento. No mires atrás, Orfeo. Ed. Averso Poesía, 2024

 

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