Altas cumbres. Alrededores de la Laguna de La Caldera y
borreguiles bajo el Mulhacén. Parque Nacional de Sierra Nevada.
Bajo tus patas de caminar lento, la indiferencia hacia un mundo convulso y confianza en la coraza. Aunque pareces un guerrero, llevas un frágil escudo que no aguantaría la guerra ni un minuto: ni un minuto en Gaza o Cisjordania, ni un minuto en el Líbano, ni un minuto en Ucrania. Tu melanina, oscura y brillante, puede parar la radiación en las altas cumbres, pero no las avalanchas, el deshielo, los tumultos en las fronteras, los muertos en El Sahel, los refugiados de Uganda. ¿Acaso puede tu cubierta frenar a los que escapan sin epidermis que los protejan, a los Rohinyá huidos de Birmania, a los que huyen de anomalías en las isobaras o de comportamientos extraños en la meteorología? ¿Acaso detendría los mares, las barcazas que arriban a Lampedusa, a Canarias quizás, tu coraza?
Bajo tus patas hay dos mil o tres mil metros, el filo de nieves perpetuas, los piornos con espinas, los enebros rastreros que contemplan Sierra Nevada majestuosa; pero tu coraza (propia de un especialista de altas cumbres) no aguantaría cambios drásticos en las constantes del clima, no soportaría la destrucción de paisajes, la estación de esquí abarcando ríos que nacen, el turismo y la presión urbanística sobre territorios que te pertenecen.
Aunque pareces un guerrero con lanza (ovopositor se llama), nunca vencerías en ninguna batalla, en ninguna contienda de este capitalismo salvaje.
Puedes permanecer junto al silencio limpio y desnudo de la montaña que crece, transitar entre Almería y Granada, ocultar tus no alas bajo tegminas resistentes, exhibir tu pronoto con orgullo, pasar desapercibido en el reducido territorio, hacer honores a la condición de endemismo rechoncho, único en un mundo agitado, exclusivo de la sierra (cada vez menos nevada). Puedes inocular los huevos con tu lanza de hembra, corretear entre violetas, besar las ramas de sabinas chatas, obtener el calor de esquistos micáceos y hacerte un referente frente al cambio climático; pero tu coraza, ¡ay, tu coraza!, ingenioso y práctico invento evolutivo, no aguantaría los desafíos del antropoceno. Ha resultado ser un mal negocio para especies restringidas en el espacio y en el tiempo del planeta. Especialista te llaman. ¡Ay, tu coraza!
De nombre Baetica, Baetica ustulata* (la chicharra de Sierra Nevada), no puedes ser culpable. Indiferencia hacia un mundo convulso. Confianza en la coraza.
* Baetica ustulata o Chicharra de Sierra Nevada es un Ortóptero endémico y exclusivo de Sierra Nevada (Granada y Almería). Se encuentra en las altas cumbres, entre los 2200 y 3450 msnm. Prefiere lugares de vegetación almohadillada o piornales. Tiene hábitos carroñeros, detritívoros y carnívoros. En su anatomía aparecen tres estructuras: la cabeza, el pronoto y el abdomen, todas rodeadas de un tegumento quitinoso.
La hembra presenta una especie de lanza caudal con la que pone los huevos. Se incluye en los listados de protección de la Directiva Hábitats de la Comunidad Europea y en el Convenio de Berna, también en las leyes andaluza y estatal sobre especies amenazadas. La UICN cataloga esta especie En Peligro. Es uno de los más importantes bioindicadores del cambio climático a nivel mundial y en las investigaciones que realiza el Observatorio de Cambio Global de Sierra Nevada.
Lola Callejón. Azogues. Ed. Nazarí, 2025
No hay comentarios:
Publicar un comentario