TIEMBLO
ESTREMECE esta luz,
desgarra el pulso
de cierto escalofrío de otro tiempo.
Estremece esta atmósfera latente,
su respiro de bruma sosegada,
su extravío sonoro de cal nueva.
Estremece lo sagrado del agua,
la soltura de la voz, el enigma
que se desgrana contra la tristeza
y aparece para salvar la fibra
de este instante del mundo
que aviva la frescura:
¡El sacramento del aire!
¡Las maguas del
silencio!
¿Hasta cuándo el espejo y la navaja
de la noche cortarán nuestros vuelos,
si somos aves de la luz,
mariposas sin alas de la luz,
que anhelan la hilazón de un cielo nuevo?
¿Hasta cuándo la siembra que se ampara
en los surcos de la melancolía?
Hay un alma que no huye jamás
y
se reitera
entre la melopeya de su nido y su silencio,
como el alba, como los pájaros recientes.
Estremece
el
misterio candente que se aploma
en esta hoguera de luces vespertinas.
MIRAR
HACIA OTRO LADO
I
LO guardado, delata.
La rutina, las prisas,
la cicatriz punible de la vida,
su crudeza,
los aplazamientos,
lo que está detrás y permanece.
Todo lo que se esconde.
Adivinamos,
los surcos de la piel sin las caricias,
los pliegues cuyas muescas
dicen más del presente que el recuerdo,
y no miramos más.
De esa lección sencilla
que dejó el aire alzado entre los tactos,
de esa desconfianza que anudó
la bisagra servil taponadora de la rabia,
obviamos todo lo innecesario.
Y en no sé qué urgencia de la noche,
al abrigo callado de los calendarios,
las horas acogieron
tanto deshielo de luz,
tanta cordura y tanta herida,
como dejan las trapas de los sueños al cerrarse.
Escuchamos el lenguaje de las estrellas,
la información y el oleaje
de su clara simbología,
y maldijimos
los momentos aquellos en que el mundo,
frente a tanta dureza e injusticia,
no encontró motivos para cubrir la piel
de los desheredados.
RÁFAGA
UN verso es una ráfaga, una apuesta,
un disparo de luz contra la muerte,
contra esta sangre ahora calmada de deseos,
contra el coto de la mirada o los frutos hueros
de un sol impulso que nos lleva.
La cera de las venas,
la madeja
de la risa hilando vida,
saldando anatomías,
la vieja mecha de los músculos ardiendo,
cal nueva entre los tuétanos del aire,
aun
vibran.
Aun colean
el gusano de oxígeno y de seda
que vigila el telar que nos teje con su trama,
las ceremonias de lo lento,
y el calambre vivo de la penumbra.
Sí, la tarde a punto ha sumido el tiempo,
el palpitar de lo oscuro, el reflejo,
que condena a la sombra a ser lo otro,
pero late.
Si
te acercas parece
que comienza la aurora:
ávido contraste, planicie,
rumores del alba oreando la melancolía.
Un verso es una ráfaga, un disparo,
una apuesta de amor frente a la muerte.
OJOS
PARA LOS OJOS
AL acecho,
por el cenagal de los miedos.
Sin quicios,
vigilante,
como un susto enquistado
entre la oblicua ley del corazón.
Miradas, intentos,
sobre todo miradas.
Ojos para los labios débiles,
ojos para los ojos álgidos,
ojos para el espanto yéndose.
Franquear el abismo,
la presión de los párpados,
la endeblez de los pasos,
y fugarse,
irse, sin más,
sortear el territorio habitual
de los obstáculos
irrevocablemente ungidos por el límite,
dejarse mojar simplemente por la vida
y no esperar con prisas a que escampe.
OTRA
RONDA
II
Más allá del temblor,
más allá de los matices del verbo,
allí donde la imagen se alza,
donde se vuelve al tiempo
de la acción
más novedosa,
y surge sin temor la piel de la verdad.
Allí te irás,
y olvidarás del verso lo impreciso,
borrarás de golpe lo improbable, lo extraño
que ciega la aventura,
sus desmoronamientos.
Allí te marcharás,
porque no hay hierro más tenaz
que las ascuas del olvido empañando
los cristales de la respiración,
su cal hervida en la mirada.
Opta ahora por callar,
porque a lo que
conocemos
damos la interpretación de la savia,
las escandas de la lucidez;
sin
embargo,
hay algo extraño hoy en el gorjeo de la luz,
un recular,
un
nudo en lo mudable que te encierra.
Busca el registro de la audacia,
las claves de lo exento, la seguridad,
yasume el retruécano de lo claro,
las dudas,
la
flor insegura de la suerte,
pero sigue, aún más, hoy,
sigue
intentándolo.
ACOMPASADOS
TENSAR la savia de los días,
el origen de la derrota,
el principio de tanto menoscabo.
Penetrar en la música del tiempo,
disolver su cadencia,
acompasarnos,
dejarnos llevar por su canto abierto,
sin agobios, sin prisa.
Atrevernos,
y al momento compartir la aventura
de la respiración,
la gran sorpresa azul
del monte ascendido en el verdor del roble,
y ser el roble, hacernos a su hechura.
Y en la orilla del lago,
limo de luz, disfrutar esa penumbra nueva
que nos aviva y nos aquieta.
Igual que tú, el agua desconoce
la raíz del estío,
la hoguera de su alto taller,
¡y tú aun sin darte cuenta!,
pero se crece y alza cuando enjuaga
lo sencillo y lo mejor del hombre.
LO
COMÚN
CONTRARÍA decirlo,
pero lo más abierto
que podría ocurrirnos
sería escribir un verso acertado
y dejar que se pierda sin firma en el tiempo.
Nunca anónimo,
común en su acierto.
VIOLETA AMPARO
Para A.G.C, siempre “a lo vivo”
A FIN de
esclarecer
lo peculiar
de un pétalo,
o al menos
el instante del estremecimiento
que lo acoge
entre los labios,
en las
alforjas rotas de la voz,
en la música
de los sueños ofreciéndose,
guardé el
sonido aquel entre silencios
y desaté el
nudo confuso de las sombras.
Tomé de
vuestro bosque, entonces,
y
ahora entrego,
la violeta
amparo
de un tiempo
necesario,
el manantial
de un aire, sino leve,
encarnadura,
al menos, de la cercanía
de aquel
amor cantado en marzos nuevos.
Y tras el
canto,
nos dimos las manos entre
risas
con los
brazos abiertos y expectantes,
peinando la
vida,
sintiendo el
viento limpio de las violetas.
A fin de
esclarecer
lo singular
de las palabras,
callamos un
instante eterno para oír
la pérdida
rasgada de una fecha,
su diario de
músicas sin trazo,
el verso
inamovible:
Porque una vez te dije…….
LOS ÁNGELES ANÓMALOS
II
Nunca se
sabe.
Somos tan
prescindibles, tan efímeros,
que en el
agua del río que miramos
no queda de
nosotros, nada más
que la
imagen escasa del recuerdo.
Pero eso sí,
hay algo que nos salva,
algo que nos
distancia de la nada,
y es ese
tintineo sereno de la hoja
que
observamos y vivimos asombrados.
En ese baile
nuevo,
en ese
percutir sencillo está la vida.
INTERIORES
I
LAS huellas,
el azar de la costumbre,
el clamor
atrevido de las sombras,
los timbres
del silencio.
¡Tanto dudar
a veces, para nada!
¡Adentro,
adentro!
Donde la
flor del intercambio,
papel o
calderilla, no haga trizas
nuestro
deseo de amar;
donde
el tiempo y
su jadeo,
o la lepra
de lo estéril dejen de atenazarnos.
Fuera, hay
demasiadas cosas,
exceso
de materia y
hiel para tantos aspavientos.
NUEVOS INVIERNOS
Y MUCHAS
veces
absueltos de
otros rumbos
vivimos como
bueno lo que queda en lo impaciente.
Huye de la
cotidianidad,
de la rutina
inútil,
de la
aventura hueca propiciada
por el
delito cruel de la impostura.
No te dejes
llevar, no cedas
la savia del
aliento nuevo
ante la
babel procaz de lo mediocre,
ni acojas,
como quien abraza el clímax,
la supuesta
inocencia de sus gestos.
Obsérvate
siempre en los ojos
de aquellos
a los que hablas y te miran a diario,
a los de la
queja reciente y limpia,
a los que
intentas enseñar sin prisa.
¡Y que
detenga otro a la juventud, si puede!
¡Expulsa
la sensata
maldición de la madurez,
la geometría
vana del color
en el
diciembre de los tallos!
Y quédate
con los
merecimientos del error,
con lo crudo
de su consciencia,
con el brío
de la flor que en su desasosiego
no se apura
por esperar nuevos inviernos.
Luis Ramos de la Torre. Lo lento. Ed. Lastura, 2019
Gracias querido Antonio Orihuela, una alegría enorme caminar juntos hacia lo común. Abrazos hermano 🤗!!
ResponderEliminar