16/12/2018
Una
última vez, por favor
(De Rosendo Airo a Pepe
Varos)
Querido
amigo y maestro:
Desde
hace dos días intento poner en orden la indecencia de la muerte con lo más
bestial de los acontecimientos. En una ciudad marcada por mar y amor, por el
cáncer y la noticia miserable, ha muerto un poeta. Me enteré del suceso en el
mercado cercano a su casa, y de pronto me encontré con mi oficio recatado de
periodista. Luego, ya nada parecía que pudiera hacer surgir en la mañana,
noticia más importante que ésta.
Así
que llevo estos dos días, intentando escriturar algún poema perdido del
escritor, con trozos de algún capítulo de novela. Bailaban verdugos con los
colores de las mareas, y la brea abandonada de las barcas a los besos por
tertulias del “flamenqueo”. Y pensé en ti, que era amigo tuyo y que hasta, en
otro tiempo, habías sido su editor de versos pervertidos por gin y letrados.
Perfecto. Llamé a la redacción anunciando la entrega de una gran exclusiva: “La
muerte nunca será para los poetas”. El redactor jefe de guardia intentó
discutir sobre lo inútil del tema, que no vende, que le hable mejor de tahúres
políticos y dioses legales, que los bohemios sólo son por serlos, que nada es
igual, que hace mucho frío, que bla y bla…
Le
colgué el teléfono. Hice la pausa suficiente para no molestarme, y abrí una
buena botella de guiski. No había reportaje ya, ni tristeza en el barrio. Sólo
quedaba esta carta para contarte sobre el terror, sobre la mancha rara de una
única lágrima… El día ha sido bastante oscuro, y la oportunidad de narrar las
escasas distancias entre las ideas, se ha perdido. Otra pausa, un cigarrillo
sin más, y la fiebre que hace que te siga escribiendo estas líneas. Y porque sé
que tú entiendes mi costumbre del bien y del mal, de la noche del cólera y de
todos los sueños frustrados, he acudido a ti. Y un poco más. A la muerte se le besa en la boca, y fuera de
la tinta de las redacciones de periódico. Así que en esta noche no creeré en el
“coño azul” de nuestro buen amigo poeta.
Mañana
volveré a poner en orden mis miserias aburridas, y el cansancio de la búsqueda
a la queja de los demás. Pero la piel, nuestras pieles, estarán más dispuestas
a querer una última vez a la muerte.
Cuídate,
a pesar. Un fuerte abrazo, amigo
Rosendo
Airo
Pepe Varos. El miedo cercano. Ed. Vitrubio, 2019
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