Heredé de mi padre
el sudor en mi frente, su fiambrera, su
afonía, su invisibilidad.
Sólo soy un hombre, cantaban Lynyrd Skynyrd,
y mi melodía se llama trabajo,
coche, parabrisas, coche, parabrisas,
hastío sobre hastío,
cigarro tras cigarro,
años yéndose por la cinta de la cadena de
montaje,
huesos molidos envueltos en valiums,
relojes dándose atracones de carne,
calendarios cayendo como planchas de acero
sobre un pie,
coche, parabrisas, coche, parabrisas,
familia, jefes, facturas,
coche, parabrisas, coche, parabrisas,
esas pocas cosas son mi única verdad,
con la paga en el bolsillo, pienso
hay tantos sitios que me gustaría conocer,
lástima que mi realidad se pronuncie
monotonía,
coche, parabrisas, coche, parabrisas,
no me engaño con esto,
la nómina pesa como un par de zapatos de
hormigón,
un día saldré de la fábrica con los pies por
delante
y nadie lo notará,
coche, parabrisas, coche, parabrisas,
mientras otros recurren al alcohol,
yo vuelvo conduciendo despacio a casa,
hay pocas cosas que hagan cantar a mi
corazón,
sweet home Alabama,
where the skies are so blue.
Antonio Orihuela. El amor en los tiempos del despido libre. Ed. Amargord, 2016
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