VINLAND
Hemos
estado allí ¿lo recuerdas?
No
dejamos rastros ni rostros,
solo
tierra y silencio con pupilas plantadas,
cuyas
raíces ruidosas aplastábamos al caminar.
La
bautizaste Vinland pero nunca se
materializaba ese nombre.
¿Qué
es esto? ¿Cómo se llama? Dilo,
nómbralo,
nómbranos, nombra el nombre
-gritabas-,
mientras
te soñabas dueño,
tú
vikingo dueño de la tierra, dueño de mí, dueño
de
la hoja seca y el fruto licuado:
zumo
caliente podrido
que
se imagina divino; líquido
mágico
ladrón de esferas,
las
nuestras.
Regresaré,
regresaremos -me decías-.
y
después, luego, más allá del entonces,
más
lejos de tu grito y tu nombre y tu mirada férrea sobre mi y esa tierra,
han
escavado, nos han buscado,
ellos,
aquellos que no son nuestros hijos,
sombras
de los hijos muertos que me arrancaste,
tú
y los otros.
Fue
solo un colapso,
un
asentamiento inconcluso,
un
destello,
aquí,
han
escrito ellos.
LAVANDERÍA
Insolventes
e intangibles para los imperios de las luces azules,
caminan
empujando sus enseres los hijos de las calles.
No
los mires, vikingo, esa es la norma.
Infranqueables
se apoyan en los muros pintarrajeados,
en los que
las mesnadas urbanas han perfilado un territorio.
Huele
a hamburguesa de carne cultivada en los sótanos de los garajes alquilados.
El
ascensor se ha vuelto a parar en el piso equivocado,
respira,
vikingo, llegaremos a tiempo a izar las velas.
Los
taburetes metálicos pintados de naranja son iluminados
por las bombillas recicladas de las
casas abandonadas.
Son
contaminantes, es el plomo.
Tú,
no logras entenderlo.
La
mujer de jersey lanudo y azulado de fibras tóxicas y orientales,
tocadas por manos pequeñas, devora
carne.
No
tiene esclavas.
No
será enterrada con su barco.
No
cultivará en el invierno.
No
empuñará la espada.
No
caerá su cuerpo sobre el enemigo casi rendido.
No
lo arrastrará por la playa.
Ningún
rizo le traerá una dicha,
ningún
rizoma que enganche con su conocimiento sensible.
La
trayectoria circular de las estrellas no sabe de todos estos movimientos
terrestres.
Las miramos tras el cristal que complacientemente
detergenado
nos esconde en este purgatorio,
lejos de la última batalla.
No ganamos,
estamos en tierra lavando escudos con líquido oxigenante.
Ágata Navalón. Vikingo. El Petit Editor.
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