documentos de pensamiento radical

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domingo, 18 de diciembre de 2022

4 fragmentos de ALFAVETO de JONÁS SÁNCHEZ PEDRERO


 


La A es un médico que pide cosas y te regala un palito. Suena a eco, a caverna de jadeos adolescentes que pierden entusiasmo hasta doler como una o. La a siempre exagera. Es el sonido cazurro. Tiene la forma del dibujo con que asesina el folio un niño con lapiceros. La a tiene pausa. Es la paradinha del sonido que señala hacia donde va la pelota del idioma. La A es un tirón de sábanas. Recuerda un poco a la jota, a la hache aspirada y al granaíno de La Vega que no quiso enterarse del siglo XX. La A es la casa con chimenea que siempre tenía un sol y una nube. Es un dolor de garganta, algo que quema y duele. Hay Aes de agua caliente y de sed saciada. La a es la cadenilla de la puerta y algo que no entendemos. Es la onomatopeya del suicida y el salto al barranco del verano. La A es un aviso, el comienzo de los diccionarios y el feminismo. Es el esquema mental de los carteros que suspendían matemáticas. Es una V puesta de pie con su puente para que pase el rebaño. La A es pretenciosa y es sinónimo de primero. Es una torre Eiffel que ha perdido la tilde en la última tormenta de erres. Hay muchas Aes que quieren ser y griega. Desean copular, dejar de ser transitivas para comprarse un chalet en la sierra. La A es un triángulo al que le han salido piernas. Un arco que apunta hacia arriba como si fuera una D con ínfulas de cohete. La A comienza el castillo de naipes y el tejado de las casas. Son los pantalones del obrero colgados en la cuerda del contrato basura. La a es una arroba inalámbrica y una lagartija que ha perdido el rabo. La a es un pigmeo con barriga. Es la manguera de una gasolinera, un grifo que se pone de pie y Rodríguez Zapatero haciendo campaña. Es una escalera abierta y la foto fija de una autovía. Es la pirámide de Keops enterrada en la arena. La A es una buhardilla de madera y un ciclista que calienta. Es un libro que busca su marcapáginas. La a tiene rabo o tupé, según la raza. La A es una tienda de campaña que se le cae la baba. La a es una o que mira por la cerradura de una espalda. Es el ojo de una gitana y el vientre de una niña violada. 


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A la ese se le cae la baba y habla blandito como la mejilla de Pedro Solbes. La s es una serpiente, etcétera. La ese es un sofá moderno que es como eran los sofás antiguos. La ese es gilipollas. Es una mano que silba. La s dobla la toalla en el pelo de la mujer. Es el caballito de mar de los billetes. A la ese le gotea la cuchara cuando sorbe sopa. La S es una tuba, el laberinto de las mangueras y un número cinco precipitado. La ese es de color azul corbata. La ese juega con pólvora, tira la peonza y corta por la mitad. La S es un señor rezando. La ese vive en las orquestas de la verbena. Es la letra que parpadea en los clubs de carretera y los royalties del dinero. La ese es el tatuaje de las espadas, el dibujo del viento en las banderas y la vecina que se desnuda tras la cortina. La ese señala con desprecio. Es el tachón de los cuadros de Francis Bacon y las arpilleras de Millares. La ese es estática porque es siempre la misma curva. Es la columna salomónica de la imaginación. La ese vive en Galapagar y veranea en Ibiza. La ese trabaja de diplomática y vive de sus padres. Es una puta con caprichos de pasear al perro. La s usa hijo, tiene complejo de asco y lo disimula con pegatinas de Carmena. Es el hueco repetido. La ese vuelve para decir sí al no y el no balbucea. La s es un cuchillo de damasco que ataca por detrás al silencio. La ese huele a feromona. La S es un volante moderno y la patata frita de Casar de Cáceres. Es el bucle de los guitarristas malos y la vanidad de la pose. La ese baila mal porque trata de imitarse. El sol dignifica la ese. Es la arritmia de los corazones y las palmas de los extranjeros. La ese pide silencio en las bibliotecas. La ese quita soledad y no da compañía. La ese es la masa. Es la enemiga de la poesía y el dedo que alumbra tu escondite. Es el virus y su microscopio. Es el encaje de la lencería y su nalgapierna. La ese es la tormenta que no coge los chistes. Sabe a corte repentino y a frío que se sube por la frente. La ese duerme en el agua de los prados. La S es una I recién salida de la lavadora y una b sentada encima de su pierna. Es el anzuelo del sonido. La ese es la saliva de los muertos por sobredosis y la marca de tiza de un suicida.



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La w es la base de la OTAN del diccionario y la línea amarilla del traje de indio. Es el alambre de espinos de Gibraltar. Es una eme que volcó por exceso de whisky. La w es una muela. Es la montaña de las etapas ciclistas. La w es una corona. La uve doble suena a chino. Es un cangrejo dentro de un cubo y un centro de mesa antiguo. Es una cigüeña con las alas hacia arriba. Un sujetalibros con los libros caídos y el sombrero de un cowboy. Es el dibujo de los dientes y una interferencia de radio. La uve doble es una bolsa de hielos rotos y un dibujo de Flavita Banana. La w son dos v que se besan. Es el techo de las cavernas y el empate de una carrera de flechas. Es el hocico de la rana Gustavo y un recortable. La uve doble suena a Teletienda y tiene cara de Sandy Olsson. Es la tripa de la tecnología. La uve doble son los tropezones del gapo y una servilleta de papel en una mesa sin recoger. La W brinda por ti. Es el vacío que generan los hombros. La w es un control de carretera y la gráfica del capitalismo. Es el tenedor de Lichtenberg. La w se ríe hacia arriba y vive en Orbaneja del Castillo. Es un bosque con una cabaña y el decorado de una película de indios. Es una silla de pesca y la araña de Casimiro. La W es un cofre abierto y la Casiopea del pasatiempos. La uve doble es la pata de un calendario, la arruga de una alfombra y cualquier arruga. Es la bechamel de los canelones. La W es la M del McDonalds y la nave de los juegos de Arcade. La W nace cuando muere el otoño. Es la colonia del lenguaje. La uve doble es simple. Es el culo de un sobre y un puente levadizo. Es la cámara lenta del sonido y la parodia de lo Inglish. La uve doble suena a cuando se pisa un gato. Es un gusano con artritis aritmética. La W es escribe con vértice pero suena a curva. La w mira y se esconde, mira y se esconde. Es la celebración de un hat-trick de Messi. La W es un paraguas roto en una papelera. La uve doble suena a ge y huele a dolor de cabeza. Es la figura de un cuadro de Miró. La uve doble son dos hombres echando un pulso y las paredes que se cierran sobre la vida. 

 

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La X es el lugar donde se encuentra el tesoro. Es el árbol moribundo y los que faltan en la foto. La X es el eufemismo del porno. Equis se escribe con ese. Es un cortocircuito pequeño. La equis es una cruz con inquietudes y tiene la suerte de la ruleta. La equis tiene memoria y es Berlín en Yalta. La equis suena jota y a veces a sexo. La equis es la seguridad de las discotecas. Son los calcetines blancos, follar en los contadores y los papeles del coche. El accidente hace la x con los brazos. En el día equis se agradece oír un camión. Son las luces largas y el asesinato con gestos. La x es el ojo de los emojis drogados. Es el reverso de las monedas. La equis es hipócrita. Es la incógnita que conoce todo el mundo. La equis se niega a sí misma como si fuera un atleta. Vive en las peceras dentro de una tinaja y juega a las matemáticas. Es la silla de los directores de cine. La equis se cruza de brazos. La x junta las cuatro esquinas y se cabrea. Es la vergüenza de los cadáveres. La equis es un esclavo liberto, la carpa de un circo y la nariz como epicentro. La equis es el gesto de las manos en los despachos y la sombra chinesca de una paloma. La x es un tipi de dos palos. Es la muerte aérea y una T americana. El suelo espera que alguien le dibuje una equis. La equis es el pasado de los futbolistas y una novia que se fue. Es la Z del zorro cabreado. La X es la escalera de los pintores, un bolígrafo rojo y el psicólogo de los opositores. La X es la pose final de los bailarines. La x perdió su lanza y es la arqueología de sí misma. La equis se escapa de los sobres. La X son las escaleras de El Corte Inglés y el despido de su plantilla. La equis suena a látigo y sabe a batido de Torrente. Es un rencor de Puerto Urraco y como llamamos a lo ambiguo. La X es la talla de la generación que vistió Amancio Ortega. Es una tijera hambrienta. Es un remolino detenido y los brazos de un preso. La X no reconoce a la V del lago ni a la W del espejo. Es un lauburu de Alemania y una estrella de mar sin cabeza. Son las piernas de una modelo que atraviesa la pasarela. La X es Felipe González.


Jonás Sánchez Pedrero. AlfaVeto. Ed. del Ambroz, 2022 

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