David Peña Dorantes tiene porte de payo. De gitano le queda
el mote y un apellido a medio camino entre lo Montoya y lo Capuleto.
Pero el piano no entra en la chabola ni te lo puede enseñar el primo. Ya cuesta
subir el burro como para subir el Yamaha. Con el burro en la ventana
arranca Polígono sur de Dominique Abel ese Erasmus del cine que
se prendó de Andalucía a lo Chris Stewart. Dominique es un híbrido andrógino de
modelo cazurra. Atractiva y repelente como un foco, le habría ido mejor hacerle
el documental a Dorantes en lugar de al Agujetas, pero entonces
David Peña era peñita y Manuel de los Santos ya había roto las agujas
del flamenco.
Dorantes es de la nueva saga, un
churumbel sin hoguera. Un flamenco de genealogía que ya no dice pare ni mare.
DPD tiene iniciales de droga moderna, que es como son las enteogenias antiguas.
Con Orobroy tocó
la tecla y nunca mejor dicho. Se conoce que el gitano lleva la fragua en vena y
le sale la fusión como alcayatitas. Una niña gitana canta los agudos al son de
un piano melancólico cuadrando el círculo del violín. Luego hay que aplicarse y
sacar el duende con doce horas diarias de estudio que diría Paco de Lucía.
Dorantes se encontró un piano y
lo tocó mejor que nadie que para eso era gitano. Los gitanos son los vascos del
sur, nacen donde quieren y a antisistema no les gana un Patxi. El gitano
acojona con el terrorismo del flamenco. Llevan siglos funcionando con la
chatarra y la mandanga: un acratismo con que campear la ventanilla única de lo
payo.
No saben quien es Max
Stirner ni falta que les hace porque a ellos la ideología les viene dentro de
la fragoneta. Por eso, cuando Pablo Iglesias llega a la chabola no le piden más
que el mechero. Y Pablo, que es más de chalé, pues se va con cara de releer Un
mundo feliz.
Orobroy es una cima con find
out porque el gitano no remata, se levanta y se va con la chulería del “ahí
te quedas”. Por eso Lorca se ocupaba de darles el cimiento de la cultura. Les
puso unas vigas maestras de caballo y conferencia. Federico llevaba un Montoya
dentro con claveles maricones, y eso era demasiado para un rojo. Se ocupaba con
pedagogía de las nanas, de la importancia del cante materno, de lo que luego
los pediatras han dicho que sí, que si el cerebro se expande y que si la abuela
fuma. Pues claro, la ciencia se empeña en ser el diccionario de la vida, cuando
ya todo el mundo lo sabe, vienen ellos a llevarse el premio Nobel.
Así las cosas, el Dorantes
sigue dándole al piano en planta baja para que no le entre lareuma.
Jonás Sánchez Pedrero. Trilogía 59. Ed. Ediciones del Ambroz, 2021.
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