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jueves, 29 de diciembre de 2022

María la portuguesa por Carlos Cano

 



Quién es ese tío con aire de Maradona y voz de pasmo que enamora con su planta de peluquero maricón. “Carlos Cano”. Mi padre, al que jamás escuché entonar una canción ni contar más chiste que el de ¿Con cuarenta y cinco años todavía crees en los gnomos? me hablaba bien de este granaíno con pelo afro recién salido de la siesta. Una voz de nácar y melón, respaldaba la letra de un romántico al que se le fue el corazón muy pronto.

Él, “nació en Nueva York, igual que Supermán, y Batman y King Kong” declamaba en una de las últimas. A Carlos se lo llevaron al Lourdes del Monte Sinaí, como a José Luis Sampedro que volvió a casa con el marcapasos de la indignación y el bestsellerismo. La Jurado se fue a Houston y tuvo un problema, claro. La más grande cantaba con el páncreas de un mirlo negro, criado en Nueva Orleans. Esas cosas a lo Frankenstein no pueden durar, porque la envidia es un cáncer que se inocula a lo Hugo Chávez y te mueres desde un despacho de la CIA. Carlos Cano viene de Federico, de la cuneta del marica sin más pluma que la emoción. CC era de La Habana y de Cái. De donde hubiera un mojón de gracia y clavel, de Ayamonte hasta Villareal.

Cantaba Fado, Chirigota y Copla. Tenía septiembre metido en la garganta, por eso le daba a todo un tono portugués. Era como si Saramago se arrancase por fandangos. El Nobel, ya octogenario, se dejó documentar por Miguel Gonçalves Mendes para retratar a su mujer Pilar del Río. En Sevilla todo lo malo viene del río, como los Álvarez Quintero, como el camalote y La Macarena. Saramago hace de espantapájaros en el Mago de Oz y a Dorothy del Río lo que le interesa es la alfombra roja que le lleve al País de la Fundación. Luego Mariano Cohn y Gaston Duprat rodaron El ciudadano ilustre, en argentino eficaz. Se conoce que Almodóvar, ya en su paraíso, se le mueve el deseo y produce “porque quién tuvo, retuvo y guardo para la vejez”. Almodóvar produjo José y Pilar como venganza a la literatura, porque ya está bien que un Nobel tenga el prestigio de diez minutos de pregón y a él no le dejen dedicárselo a la virgen de los del río.

Al final, en todos los sitios se follan niños y han suspendido el Nobel de rodilla durante un año para limpiar de semen las alfombras de palacio.

María la Portuguesa mola porque cuando la cantas se abre el diafragma del agudo, de la culpa que agacha la cabeza que es donde hace el gorgorito.

Portugal es un adoquín talaverano pintado en azul cal. Como si a Xauen le hubieran dado un barniz y confiscado el costo. Portugal es una desidia tranquila. Por eso Cristiano Ronaldo se fue primero al Manchester, para quitarse el olor a plátano con un poco de tatcherismo. No se puede gritar “Siuuu” ni machacarse en el gimnasio cuando toda la isla de Madeira se espeta a ponchas. Lo del Madrid y la Juventus es cosa de su asesor “porque yo sólo tengo hasta segundo de primaria”.

Carlos Cano, hermano de Ortega por apellido, tenía un mismo cuaje de galleta. Al final todos somos Esperanza Aguirre.


Jonás Sánchez Pedrero. Trilogía 59. Ed. Ediciones del Ambroz, 2021.

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