TOQUE DE QUEDA
Las farolas patrullan
silencios impostados.
Ejercen su terror de luna llena.
En el iris de los charcos
ondula
ese mismo escarceo
de la luz que persigues.
Faltan brazos
en todas las caídas.
Guíate por el canto
okupa
del magnolio,
fíate
de gorriones.
Nunca
de las farolas.
Aunque se hagan el muerto.
Te abrazas a cualquiera.
LA MEMORIA SUBCIERTA
Al entrar al portal,
me sorprendo, de morros,
con la esquela de J
—4ºA—
y me
hundo en un río.
En ese río se bañaba J
cuando era un niño, cuando,
nos contaba,
este barrio era un monte.
Ese río discurre
bajo nuestro portal,
es decir,
de su esquela.
Corre irrefrenable ladera abajo
y lame con su moho las paredes
de la tienda de chuches,
del bar y la boutique.
Nos lo contó
en una
de las largas reuniones
de la comunidad,
hace ya veinte años.
Y aunque no quedó en acta,
una gran mayoría de vecinos
acordaron bañarse alguna vez
en aquellas
frías aguas del río.
Poco a poco y uno a uno,
dejaron de bajar
su silla a las reuniones.
Los recuerdo
a todos,
G, el pescador, qué grande,
más Wayne que el mismo John
—3ºB—,
LM
y
S
—3ºC—,
tan cordiales, qué majos,
nunca pude decirles
que no me llamo Michel,
F y R,
las dos
hermanas ancianísimas
—5ºC y D—,
B, la mujer de J
—no
le
llegó a
salvo
el
salva
es
ca
le
ras.
Y seguro que a E
—5ºA—
se le atraganta el puro
al salir a la calle,
AM, su mujer,
hoy no riega las plantas
del portal,
P, el amigo de J
—2ºD—
sale por vez primera
de potes sin él, solo,
y se vuelve
al llegar a la esquina,
G cojea
—4ºB—
sin el brazo de F
y decide que hoy
no es día de croissant.
Y aún me falta
C
—1ºC—
que pasea,
en taca taca, por el pasillo
sus noventa
de su puerta a la mía
y me espera,
y al mirarme, otra vez,
en sus ojos,
otra vez, aquel río,
aquel río
donde dice que hacían
la colada
su madre
con la madre de J.
Cierro
—R,
1ºA—
la puerta
y escribo,
me buceo,
chapoteo en un río
hacia nadie.
Este braceo es sólo
por salvar la memoria
subterránea
de este barrio,
la memoria subcierta
de mi comunidad.
Que no descanse en paz
lo que un día fue monte,
fue chapuzón y sábanas
tendidas a la tarde.
Que no descanse en paz
lo que un día fue hayas
y fue gente
que quise y se quisieron.
No los ahogue el agua
invisible y sin puertos
del olvido.
D. E. P. Jacinto.
***
LA VENCIDA
La poesía es un incendio,
por eso no da para vivir,
da para arder,
no escribas,
arde en ella.
ANTONIO ORIHUELA
En la segunda
parte, este poema
es un ripio interruptus,
tampoco lo consigue,
te deja como estabas,
por eso
ni la intento.
La primera es igual,
una duda que piensa
segundas partes nunca
fueron buenas.
Pero como es
igual de tonta
y no aprende,
de pronto, va y le pega
un ataque de celos.
¿No será a la tercera
cuando al fin se desnude,
vencida,
cuando al fin
se quite
la mordaza,
cuando diga claro y alto,
no sé,
por ejemplo
per-
do-
na,
por ejemplo
me
gus-
tas?
Voy
a ver si la escribo.
LA CHACRA
A Freddy
Riego
a cada planta por su nombre.
Pongo nombre
a todo lo que quiero.
Por lo mismo,
escribo.
El amor enraíza en lo que nombras.
Por qué
al gato sí
y no a la citronela.
Por qué a cada uno de los huracanes,
pero no a cada nube.
Juega a llamarlas Chacra o
Bernardina
y a quererlas.
Ninguna rosa esplende
igual que su tocaya.
Lo que no tiene nombre
se deshace
en bruma
sin presente
ni memoria,
es nada,
no interesa.
Se necesitan nombres para tanto.
Llama a la vida por su nombre
o no es amor.
Ritxi Poo. La calma. Ed. LUPI. 2023
No hay comentarios:
Publicar un comentario