Manuel Molina tocaba con la oreja pegada al hombro de la guitarra
como el indio que escucha la llegada del tren pálido, como el doctor que
fonendoscopia al niño.
El Garrotín fue compuesto en tres
cuartos de hora, en un vuelo Cádiz-Madrid. Surgió de la alegre noticia de
grabar porque de la alegría nace alegría.
El Garrotín tiene gitano en vena. La
vena del gitano es la veta por donde se curva la garrota, el palo de la palma
que se arranca a la llamarada del cante. El flamenco saca palmas de cualquier
sitio. Así nació el cajón flamenco, dándole la vuelta a una guitarra para sacar
taconeo, una farrucada, una pereza de mariposa como la crin de un caballo.
Casi nadie ha visto La
ciudad del arco iris, ni el documental de Manuel Molina Poema del cante
jondo. El flamenco es una impostura, una pose que necesita su liturgia para
cebar la leyenda que le da de comer. El flamenco come de la chabola acumulada
en siglos, que aún seduce. Come de la barbarie ágrafa del quejío que ya suena
un poco Iphone. Yakamoto estaba harto de echarle fotos a los cerezos y
vendió el kimono para vestirse de faralaes y alquilarse algo por Triana. Así
empezó Welles y la mujer del Agujetas. El japonés fue un palo del
flamenco, el gitano hecho en China, la chatarra del quejío.
Decía que El Garrotín
es un poco Grecas, el hermano con letra de Entre dos aguas.
Manuel se vuelve gitano con Lole, hasta entonces era un joven psiconauta de Smash.
La industria del flamenco la hacen Ricardo Pachón y Gonzalo García Pelayo.
Saben que el mito no se graba en audio sino en vídeo, y le dicen a Antonio
Sánchez Pecino que vaya acostando a los niños, pero el niño ya se había ido con
El loco de la colina.
La música del siglo XXI
comienza en el XX cuando la cámara de vídeo, cuando el tomavistas y el
superocho. España es un corta y pega, y así hacemos cien películas al año.
Cuando vino Michael Jackson haciendo Thriller volvimos a la tumba
abierta de lo flipante. La gente canta en la Iglesia, pero necesita el cristo
en casa para sentirlo cotidiano. Hace compañía, se le habla si uno quiere y lo
importante es que esté, porque me sirve a mí.
La cara de Lole es una
guitarra que canta, por eso la voz fusiona toque y baile en una sola brisa.
Manuel tendía al toque antiguo de escabel, pero apoyando la cabeza. Paco de
Lucía sentó la guitarra como quién sienta un hijo. Paco sienta la guitarra
en las piernas que es donde se siente la sangre.
El flamenco tiene
impostura poética y la poesía emoción exagerada. Manuel tiene la cara de Tip
cuando perdió las gafas en la isla.
Jonás Sánchez Pedrero. Trilogía 59. Ed. Ediciones del Ambroz, 2021.
Antonio... feliç any!
ResponderEliminarI moltes gràcies per les gràcies!
Que buen escrito, Cuantos recuerdos evoca.
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