VENTANA
Cuatro siete de tensión y el
cuerpo en derrumbe.
Una lámpara de sal, unos
cojines y el móvil encendido.
Agua. Necesito agua.
Nadie contesta.
Me mira la pared.
Tu amor de habitación
cerrada,
de Juana la loca en su
torre.
Tus manos mentirosas,
tu piel en otras pieles, tus
trofeos.
Con dosis altas de
perseverancia
y muchas horas de
meditación,
la escritura y la luz tras
las cortinas.
La esperanza entra por la
puerta
y el miedo sale por la
ventana.
SAVIA
Un instante preciso, cosido
al hilo del momento,
se atornilla como lapa a la
piel y todo cambia.
El diagnóstico de un pequeño
tumor, algo a vigilar
palabra grande. Masiva hiper
presencia.
La mirada cambia, la forma
de escribir.
Algo se rompe o nace, ya no
consientes
que el tiempo pase inhóspito
por ti.
Un árbol enraizado, su
intensa verdad,
sus anillos añosos y la
memoria
evaporándose en torno a él.
Tal
vez el árbol anónimo sea el árbol de la ciencia.
Si
tú, dios, prohíbes el árbol de la ciencia,
concédenos,
al menos, el árbol de la vida.
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