¿A QUÉ SABEN LAS NUBES?
Se pregunta al mirar al cielo
sintiendo el peso del mundo.
El sol las condimenta de sabores:
de naranja, fresa, coco o arándanos,
o eso quiere imaginar.
Cada mañana se lo pregunta
con la luz del alba
sumergido en la humedad.
Sordo por el silencio de la ciudad,
ciego como sus conciudadanos.
¿Sería optimista considerarse como tal?
¿Quién será el valiente en propinarle la patada?
de mirarle a los ojos,
de ponerse las gafas.
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Los gorriones comunes se convirtieron en exóticos,
las ratas de las alcantarillas colonizaron las viviendas,
los mosquitos se quedaron sin más sangre que extraer
y las selvas quedaron empolvadas en dunas desérticas.
Había imaginado un futuro distinto,
edificios altos y blancos,
energía renovable, árboles protegidos,
y bonitos ríos con agua potable.
Un mundo sin oro, sin clases,
utópico reflejo de Thomas Moro,
comunitario en las comunidades cómodas
sin distinciones de género, religión, raza
o de prácticas sexuales.
La imaginación rebelde
traza el diámetro entre el limbo
y la muerte anunciada,
parásita de una esperanza
pérdida en primer lugar.
No quiero volver a imaginar,
no quiero volver a desenterrar
los fracasos convertidos en ajuares
almacenados en gélidos túmulos.
LUCIÉRNAGAS EN OFF
Las luciérnagas se han apagado.
Borrachos e iracundos
varados en semáforos con prisa,
rojo o verde, izquierda o derecha,
confundidos por el GPS que direcciona el sentido.
De nuevo,
las luciérnagas se han apagado.
Los oligarcas de las luminarias
han provocado su baja,
ellas no querían atraer a la presa,
no pretendían vender un champán,
ni unas nuevas viviendas
que ni en cinco vidas
una familia modesta podría comprar.
Antes las luciérnagas brillaban
como luces fluorescentes de neón,
iluminaban los campos con una danza
que dibujaba un mar de lima,
pero se volvió monótona su función.
El capitalismo ha convertido en diversión
las luces fluorescentes de neón, el pole dance,
el machito que, con dinero,
promociona la siguiente violación.
¿PUEDO HABLAR?
Abrieron cráneos
para derramar en ellos
tierra,
pólvora
y patriotismo.
Pintaron fachadas de azul,
simulando los últimos segundos
que vieron los ojos
que suplicaban al cielo.
Cosieron heridas
con agujas sin dedal,
atravesando los dedos
para pasar las páginas
con sangre.
Brindaron con salud
y sin república,
pidiéndole a dios
el triunfo de la derrota.
Cazaron palomas
para eliminar los mensajes
que advertían
de sus problemas de persuasión.
Al final, vencieron.
Convencieron.
En: Voces del Extremo. Poesía y paraíso. Ed. ACSAL. 2025
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