LA CONJURA DE LAS LETRAS
I
LEER
Navegar
é preciso; viver ñao é preciso.
Fernando Pessoa
En medio de la luz del verano
corrí posesa a buscar el códice.
Debía descifrar los signos
que secuestraban de nuevo mis pasos
hacia ese lugar impreciso
que apenas lograba comprender.
La tarde llegaba aquietada
por la música mía del silencio,
sentí la urgencia de encontrarte
y olvidar las manos agrietadas
del invierno, en esta casa habitada
por espectros y por mí.
Me acompañan las palabras
como dardos sobre mi conciencia,
me rindo a la evidencia de nuevo,
vuelvo a encontrarme sedienta
y avergonzada de mi hambre.
Necesito comprender la materia
que sostiene un verso,
el hormigón del ritmo que lo invade,
y la sal que alienta el cuerpo dormido
en las horas del estío.
Otra vez el autor me pone contra las cuerdas
del misterio, me empuja a un nuevo abismo,
a quemar las banderas de esta patria prestada
que no me pertenece.
No existe para mi elección posible,
he de navegar entre las líneas
de este navío sin brújula
en medio de las letras y sus cauces.
Me proveo de agua y frutas.
Esta vez no me azotará la enfermedad.
Esta vez no arderán mis vísceras,
esta vez el libro y mi persona
danzarán de verso libre y de amor impreso.
Por el verbo que aún no sabe que ha de nacer,
ni el sentido de su existir.
Transitar poemas es abrir los ojos
y ganar tierra al naufragio del tiempo
con su capa de inmortalidad.
Para huir de las uñas de la noche,
y deslizar mi pelo largo por la espalda del miedo.
Seguir las líneas imprecisas
de una verdad que me somete a tu luz,
ponerme gafas para recorrer en calma paisajes
imposibles. Vivir los epigramas.
Son las líneas que jamás trazaste sobre mi piel.
Reestablecer la duda para darle alas al invierno,
leer para existir en la palabra que permanecerá
incólume cuando ya no exista nada para mí,
ni el pensamiento, ni tan siquiera yo misma.
II
Puedo aceptar que un niño tenga miedo
de la oscuridad,
pero no que un adulto tenga miedo de
la luz.
Platón
Deslizarme en el tejido del sueño que libera,
agrietar la máscara y rescatar la piel
encadenada frente a la mirada del otro.
Poeta con tu “viento del pueblo”,
y tu savia para el lector utópico.
Seguir leyendo es trazar los mapas
de la ruta de mi destino,
fundar campamentos en lugares salvajes
para llenar los ríos de mi futuro
de peces sin contaminar.
Seguir leyendo razones para luchar
por mi vida, encontrar paisajes con sus gentes
y observar las aves comunes que persisten
en sus cielos lentamente.
Seguir leyendo para pintar los trazos
del pueblo que nacerá mañana,
en la lealtad y la verdad de su sangre,
donde los animales caminen
más allá de las pantallas de plasma.
Seguir leyendo para amar palabras
que se llenan de ti cuando te pienso,
que construyen versos que te nombren,
que te invitan a vivir en las habitaciones
de en este piso sin terrazas, sin vistas al mar,
en este pequeño rincón de mi casa.
Para ver cómo van creciendo en mi calle
y su arboleda los poemas en las horas
de la siesta, y en las horas memorables
en que uno quiere fundar naciones
en un territorio virgen que ningún
mercado podría comprar jamás.
Habitar un espacio mínimo, un sofá,
una lámpara enfocando el libro,
alguna luz indirecta,
mis manos sujetándolo,
las siemprevivas recién cortadas
y mi alma sobrevolando tejados.
Cuando ya nadie me escucha,
sin que lo sepa nadie.
Leer tu libro de poemas
para jugarme la vida frente a un verso.
Para aprender a descifrar
el sentido del vacío
que habita entre las líneas,
para explosionar distancias
y transcribir fábulas de la noche.
Seguir leyendo para reunir el coraje
de nombrar la nueva patria por hacer,
aceptar el fin del exilio y construir
mi nueva casa.
Plantar flores de tinta en el jardín
y regar las ideas que coseche
en mi terreno.
Inocular el veneno poseso del ritmo
y el tempo que se atreve a sobrevenir.
Impulsar mi cuerpo al interior de las plazas
en lenguaje de danzante.
Imprimir la fe del verbo que abre puertas
a los sueños desahuciados.
Leer para expulsar los fantasmas
de los rincones de mi tiempo,
arder en la indiferencia de las horas,
y asentar el cimiento que me ancla
a la certeza de que mi única patria posible
es el cambio que acontece cada vez que respiro.
III
ESCRIBIR
Existe a menudo
una lógica oculta, más grande
y
compleja que la lógica del sentido común.
Richard
Réti
Uno
escribe para dejar constancia
de
que existe un lugar propio
que
se construye con las vigas del pensamiento,
se
pinta con la sangre de las emociones
y se
hornea con el ritmo del poema,
artilugio
de aire fresco,
girándula
encantada de las horas.
Es
vivir más cerca de uno mismo
con
las ganas de nombrar lo que importa,
para
servirlo en texto impreso y dejar constancia
de
la verdad que tallada con las manos,
o de
la mentira que necesitas recrear
para
vivir.
Amasar el barro que conjuga
la idea que ha de nacer,
darla a luz y recibirla.
Es una forma de existir
para uno mismo al
renombrarse.
Callar lo que no debes decir
y abrir lugares imposibles
para hacerlos tuyos.
Es otorgar al verbo el lugar
preciso
que hace mover mareas en las
playas
del crepúsculo.
Uno escribe para encontrar
lugares comunes
y llenarlos de un aroma
inesperado,
espacios como armas blancas
que rasgan la coraza que aprisiona.
Escribir para poner versos
entre sones y gentes,
en el ritmo propio que te
ayuda a respirar.
Para reestablecer el orden
impreciso del pulso,
para enseñar a los niños el
valor
del agua fresca de la
lluvia.
Escribir para dejar de
contar las cicatrices,
para corregir las faltas de
ortografía
de los días cotidianos, para
olvidar
la falta irreparable y los
imperdonables
errores que jamás quisieras
confesar.
Para que los versos de las
noches difíciles
se pierdan entre barricadas
de razones
y las páginas en blanco se
tinten
del rojo de las flores
y de las preguntas que
liberan.
Porque los dedos son raíles
para tus ojos,
con la música de lo dicho en
papel
e invitan a surcar cielos
desconocidos
y reposar entre los versos:
líneas blancas que arrullan
tus razones
ahora exhaustas.
Teresa Ramos. Notas preverbales. Ed. Nautilus, 2025
Ilustración: Poema visual de Antonio Orihuela
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