Calle la voz enredada en la rama
cuando la niebla aceche.
La oscuridad oculte el abrazo
entre la invisible doncella
y el príncipe de la nieve.
Ha de llegar la mar hasta tu orilla
y despertar la voz del ángel, de la encina
y la curruca. Calle la mañana solitaria
y ábrase la luz de par en par
al borde de la almohada.
Acontece umbral arriba el milagro
de la palabra, sin testigos. Ebria de mar
transita silenciosa entre la bruma.
Remienda redes y restaña heridas,
como mudo exvoto de fuego persistente.
Peregrina ya hacia el azul, semi dormida,
descalza, ardiendo en versos,
con las alas abiertas y la mirada agreste.
Crece como un planeta en el centro
de la playa y dice llamarse Ofelia.
Marina Aoiz Monreal
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