documentos de pensamiento radical

documentos de pensamiento radical

sábado, 23 de agosto de 2025

3 poemas de ESTE FRUTO NO COMERÉIS de Thalía Compán Santiago

 



1.                 PAN DURO DE CADA DÍA

 

 

A las jóvenes no nos consuela

el «no estaremos aquí para verlo».

 

Quieren levantar el país con nosotras,

dos o tres hijos por cada una de nosotras,

pero no escuchar que ya no queremos dar

los frutos de nuestro vientre, Jesús,

que exigimos mucho más que recibir

el pan nuestro de cada día,

 

si el pan nuestro es hambre para mañana,

si es sufrimiento y pobreza para nuestras vecinas,

si es muerte y enfermedad para nosotras

(para algunas más que para otras),

 

que tus peces te salpiquen en la cara

el agua putrefacta de tus oficinas,

que tus peces se multipliquen en tu cuerpo

como lo hacen las células en nuestro cuello uterino.

 

Qué más nos hace falta ver

si el pan nuestro de cada día

es este desconsuelo por los peces

que quizá ya nunca veremos.

 

 

 

 

 

 

2.      LA CANCIÓN QUE NUNCA ACABA

 

 

A Remedios Sánchez, por heredar la palabra, reivindicarla y legarla a las futuras generaciones.

 

En 1974, la asociación de Mujeres Universitarias de Granada, encabezada por Mariluz Escribano —poeta de la memoria y la concordia civil y activista granadina—, se movilizó en favor de la conservación de los 430 árboles que se extendían por el Paseo Calvo Sotelo, hoy conocido como la avenida de la Constitución. Estas valientes mujeres no consiguieron detener la tala de árboles, como se aprecia en el nº 872 de Sábado Gráfico[1], pero como bien decía John Berger en El cuaderno de Bento: «Protestar es negarse a que te reduzcan a cero y a un silencio impuesto. Por consiguiente, en el momento en que se hace una protesta, si se llega a hacer, ya hay una pequeña victoria» (2012, pp. 87-88[2]).

 

A las jóvenes no nos consuelan

«las cifras que compensarán los árboles muertos».

 

Quieren levantar el país con nosotras,

dos o tres hijos por cada una de nosotras,

pero no escuchar «la canción del bosque».

 

Mariluz, si estuvieras aquí y ahora,

entre nosotras y en silencio,

¿la llamarías elegía?

¿Será posible el canto

en un planeta muerto?

 

Mariluz, escucho tus lamentos

entre las ramas secas de los álamos,

—«el veranillo de San Miguel ha vuelto,

más cálido de lo que debería»—.

 

Mariluz, ¿dónde te has dejado

al muchacho de los pájaros?

Yo quisiera conocerlo y preguntarle

¿En un mundo sin pájaros

quedarán niños que imiten su canto?

 

Dime, muchacho de los pájaros,

¿quedan todavía niños

que escuchen la canción del bosque,

que se detengan a abrazar todo lo viviente,

que molesten con el trazo de sus dedos

a las blancas ovejas del cielo?

 

Dime, muchacho de los pájaros,

¿quedan todavía niños

que dejen volar su imaginación,

que se tumben sobre la hierba,

lejos de las pantallas táctiles,

y disfruten de la última luz de la tarde?

 

Dime, muchacho de los pájaros,

¿dónde puedo encontrarte?

¿Acaso te has perdido

en el fondo de mi vientre,

en las zonas verdes inexistentes?

 

¿O debería buscarte entre los 430 árboles

reemplazados por estos otros

que ya no dan sombra

y se mueren lentamente?

 

Mariluz, pronto tendré que marcharme,

dejar esta tierra,

ya irreconocible,

diferente, claro está,

a la que conocía,

 

y recorreré tu ciudad

con nombre de fruta,

y reconoceré tus huellas

entre las losetas del eterno bulevar,

donde todavía se oye el rumor

de una canción que nunca acaba

y que llora a gritos la savia no regresada.

Que el crimen contra el patrimonio vegetal

fue, y ustedes lo recuerdan,

en la misma avenida de la Constitución,

sabed —¡pobre Granada!—, en su Granada



 

3.                 DESENRAIZARSE PARA CRECER

 

 

A las jóvenes no nos consuelan

«los millones de visitantes por año».

 

Quieren levantar el país con nosotras,

dos o tres hijos por cada una de nosotras,

pero no escuchar que los frutos de nuestro vientre

ya no maduran bajo un cielo de estrellas,

ni echan raíces en la tierra que un día fue más roja.

 

En un planeta en el que los polinizadores

se van extinguiendo a un ritmo acelerado,

que nunca comprendió

el lenguaje rítmico de las abejas,

ni se paró a contemplar

el brillo natural de las luciérnagas,

en una sociedad incapaz de asumir

los múltiples duelos originados

por aquello que un día llamamos «progreso»,

que nunca emprendió el viaje más sencillo

al Camino de Santiago

durante la primera quincena de agosto,

con el único esfuerzo de los dedos de la mano,

saltando de estrella en estrella,

sin la necesidad de coger el avión o el coche,

de utilizar Google Maps o el GPS,

grabándose las constelaciones como tatuajes

en la retina de los ojos,

en una ciudad que ya no le hace justicia

a su nombre de fruta y cuya fortaleza

se encuentra bañada de negro

por el hollín de los coches

y por las cenizas del último incendio,

en unos pueblos andaluces

donde hace mucho tiempo

se dejó de dialogar con los muertos

muriendo la palabra de Donald Gray

y con él la memoria de nuestros ancestros,

de nuestras casas y sus cimientos,

erosionados por los aerosoles y las pisadas

que generaron millones de visitas en tiempo récord,

¿en dónde plantar los frutos?, ¿a dónde echar las raíces?

 

Si lo que ayer tierra, hoy cemento,

si lo que ayer vida, hoy ilusión, solo sueño.

 

¿Será posible desenraizarse de una economía ecocida

que nos ha condenado a vivir de ilusiones y sueños





[1] Sábado Gráfico (16 de febrero de 1974). Escandalosa tala de 430 árboles en Granada. 872.

[2] Berguer, J. (2012). El cuaderno de Bento. Madrid: Alfaguara.






Thalía Compán Santiago. DE ESTE FRUTO NO COMERÉIS (inéditos)

 


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario