Para Sergio
¡QUÉ extraño es abrir los ojos
y orear las ventanas
de la memoria al lado
de este río sin tregua que de pronto,
se ha quedado dormido!
¡Qué tensa la resina de la voz,
la dureza de la ausencia!
¿Quién dijo que sería sencillo?
¿Quién azuzó
de nuevo la memoria? ¿Quién la pena?
Después de recoger
los abalorios, las fotos y todas
las miniaturas que encontramos,
solo nos atrevimos
a mirar los libros sin poder decir nada.
¡Todo daba en él!
Las piedras pequeñas,
los objetos del escritorio,
los recortes de pinturas antiguas
sacadas de alguna revista dominical,
marcando y reavivando
-ahora
solitarias-
las hojas de los libros.
¿Quién nos iba a decir
que se iría tan pronto
con el cuarzo aun blando de la edad?
¡Cuánto cuesta cubrir
los visillos del alma
cuando las miradas heridas
asumen y abrazan la muerte!
¡Todo daba en él!
Todo caminaba
desde el solar álgido de su pecho
hasta el olor de sus afinidades
más intimas.
Se
dice que los escritores,
y artistas buscan la posteridad,
pero en los libros y en los sueños
de los grandes lectores desaparecidos
queda escondida entre las huras de su biblioteca
toda una ciencia inédita
entre dedicatorias, inscripciones,
o datos meramente geográficos.
De todo aquello,
me ha quedado grabada cierta frase
que le escuché hace tiempo,
en los días intensos de la desmemoria:
¡Hermano:
Mañana nubes de evolución!
Luis Ramos de la Torre. En
Nubes de evolución, PiEdiciones,
2017
Muchas gracias querido Antonio por compartir este poema especial para mí. Abrazo fuerte
ResponderEliminar