el billar es un
sistema caótico, todo depende de la racionalidad del cociente de las longitudes
de los lados y el ángulo de tiro. Sin embargo, el proceso de medida nunca puede
devolvernos la posición y velocidad exactas de la bola inmediatamente
después del golpe, sino sólo dentro de una ventana observacional, es decir con
una incerteza. Los sistemas caóticos tienen la propiedad de amplificar
esa incerteza, de modo tal que, al pasar el tiempo, la incerteza en la posición
final se vuelve enorme, y se pierde la predictibilidad.
Al
final, no hay juego inocente
y en el
billar tienes otra teogonía,
una
interpretación del mundo
y del
sentido de la vida.
En esa
metáfora
nosotros
somos las bolas,
esferas
de color
y antes
de cada partida
el
triángulo inicial.
Nuestra
forma es triangular
sólo
que, con el primer golpe,
nos
separamos de nuestra forma original
para
ser entonces esferas,
bolas
de billar, lisas, rayadas,
de
diferentes colores pero iguales,
esferas
que conservan una ligera noción,
un
breve destello de una antigua sabiduría
que fue
nuestra forma original,
de ahí
el vano afán de recomposición de esa figura,
el
chocar de los cuerpos,
la
búsqueda del otro,
el
permanecer quietos al abrigo de los demás
mientras
llega el impulso vital, el golpe,
la
fuerza que nos separa
y la
fuerza que nos une
y la
fuerza que un día nos arroja por la tronera
hacia
la nada desde la que volvemos a salir
pensando
de nuevo
que hay
una forma primordial para nuestro ser,
pero la
bola no siempre es la misma
y la
mesa tampoco.
Todo
sufre imperceptibles desgastes,
corrimientos,
transformaciones.
El
juego que nos deshace
nos
volverá a hacer
una y
otra vez, eternamente.
Tú ya
estabas en mí
por eso
fue tan fácil
reconocerte
sobre el tapete verde del mundo,
chocar
contigo era entonces y ahora
toda mi
ilusión.
Antonio Orihuela. Todo el mundo está en otro lugar. Ed. Baile del sol, 2010
Si la lectura de un poema no trae a la memoria otro,
ResponderEliminares que lo has leído mal. A mí, Antonio, este tuyo ha empujado la bola de mi memoria hasta este otro
de Andrés Neuman:
¿No es cierto jugador,
que el tránsito que observas en las bolas
se parece a la trágica armonía
del tiempo cuando pasa,
de la vida que ocurre
y se detiene,
muda,
para iniciarse en otro cuerpo?
No lo conocía, pero en efecto, a poco que te pones a pensar, ves en el juego del billar una hermosa metáfora de la vida... Gracias por el apunte.
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