EL CAMINO de las Pañuelas casi solo...
preludia la vuelta del otoño.
Finalmente
he vestido de largo el Mehari
y Roky ha dejado de bañarse
en el monumento a Juan Ramón
cargado ahora de las golondrinas no muertas
por la visita del Papa.
Naranjo ha celebrado su 34 cumpleaños
y la piscina del pulpo verde
guarda el limo de los últimos chapuzones.
Atrás están el Calabazal, los helados,
las playas imposibles de gente
y un cierto cansancio de las terrazas.
Esta noche
me acompañas junto al beso de tu madre,
el ruido del Mehari volviendo de la playa
y el pensamiento fugaz de la próxima muerte de Roky,
vencido, sordo, casi ciego,
cuando ahora veo correr sobre las playas
su ímpetu de bronce.
Diego regresado de México dispuesto ya a escribirnos
otro libro de poemas
“El chico de Cuernavaca”, tal vez.
La búsqueda infructuosa de un chaleco de lana,
la idea de volver infinitamente,
por la carretera de Río Tinto,
y al dentista
y a la correspondencia,
Y A LA CORRESPONDENCIA.
Antonio Orihuela. Esperar sentado. Ed.Ruleta rusa, 2017
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