documentos de pensamiento radical

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lunes, 22 de noviembre de 2021

6 poemas de PARA MORIR LOS DOS BASTA CON QUE UNO MUERA de JORGE VILLALOBOS


       


XII

 

Quiero escribirte un verso a tu medida,

solo eso: necesito para ello

tanto si solo en ese verso bastan

siete palabras como siete días,

que el calendario mida las semanas

con ellas, y comprendas desde ellas

otro modo de dividirse el tiempo,

que organices tu tiempo así, según

las manecillas de mi intención como

una ayuda, un refugio contra el tiempo,

las manecillas de mi intención como

un tiempo donde el tiempo nunca exista,

donde las horas sean las que tú quieras,

donde no existan horas si no quieres,

ni rutinas, horarios: nuestra vida

como un inmenso día interminable,

¿no es acaso todo eso lo que hago

yo al recordarte?, ¿lo que intento hacer?,

¿lo que quiero que hagamos? Que este hoy

sea el mañana y sea el ayer, todo.

Tú eres mi tiempo: tú. Cuando estás y

cuando no: son las tú en punto, las tú

y media: son las manecillas que

tú quieras ser, porque eres mi intención,

tú eres todo lo que quiero decirte,

tú eres el tiempo que tengo y conozco,

que se rompe y se quiebra como un verso

roto por donde tú quieras partirlo.

Cuando estás, cuando no: me duelen ambos.

Me duele todo el tiempo que tú eres.

¿Después de ti, me quedará tan solo

esto, saber que dueles, que vendrás

conmigo de este modo, en el dolor?,

¿sólo podré abrazarte en el dolor?,

¿sólo podré contarte mis anécdotas

de tonto enamorado en el dolor?,

¿y oír tu risa sólo en el dolor?,

¿esto es lo que me queda cuando busque

tu número y no llame, cuando busque

tu perfil en las redes, cuando busque

saber que eres feliz, como ya fuimos?

¿Después de ti, me quedará tan solo

el dolor, tú, que fuiste mi alegría?

¿Hablar del dolor si eres la alegría?


 

                                   XII

 

Te busqué en las ciudades, en las tierras

lejanas de ciudades que no fuimos

juntos jamás, gasté el poco dinero,

el bono bus, el tren, vuelos low cost,

todo para buscarte en las ciudades

y en las tierras lejanas de los libros

que leí sin descanso, en sus silencios,

en las tierras lejanas de un poema

de amor, en todos los poemas de amor,

sus metáforas vacías, forzadas

por dentro como un campo de bambúes

que tanto obstaculizan si te busco

y que aparto con la verdad de ti,

de cuanto me enseñaste, la verdad

de ti como un machete, como un corte

que aparta del camino las palabras

previsibles de aquellas más humildes

y honestas: las que hoy quiero decirte.

Mira mis labios sin decir tu nombre

desde hace un tiempo, el suficiente para

sentirlos oxidados, para oírlos

crujir cuando lo digo, cuando crujo

mis labios como dos dedos que crujen

si te nombro, si busco algo de ti

al decirlo, ¿y qué es tu nombre sino

viejas heridas, discusiones, celos?,

¿qué es tu nombre sino una madera

húmeda por el desuso que parto,

una fotografía rota y gastada

que guardé en la cartera del lenguaje

y que miro y sostengo con mis labios

como dos dedos que crujen y duelen?


 

                                   XII - Intermezzo

 

Por eso te busqué. Hoy te he buscado

todavía, hoy, que anuncian el final

de nuestra especie en redes sociales,

hoy, que un estudio australiano dice

que en el dos mil cincuenta moriremos

todos por culpa del cambio climático.

Aún queda tiempo, amor, para extinguirnos,

para pelearnos más, para más cajas

de mudanza y el no volver a vernos,

sabiendo que es mentira, que, en verdad,

cuando leí la noticia pensé en ti

y en nuestros cuerpos juntos y abrasados

por el calor, la sed, el hambre, el éxodo

climático y la desesperación,

Imaginé pasar contigo el fin

de mis días y que tú también quisieras,

¿qué llevaremos de equipaje, amor?,

¿te enfadarás si olvido mi cepillo

de dientes, el desodorante, el gel?,

¿qué cosas sin importancia será

importante llevar para extinguirnos?,

¿qué salvaremos de una vida juntos?,

¿por qué sigo escribiendo este poema

si está ya condenado a extinguirse

con nosotros también? Si me preguntas

por qué, soy incapaz de responderlo,

pero algo hay, sin lógica, escondido,

que me convence, que me hace ver obvia,

irrefutable, la necesidad

de escribir todo verso a tu medida.


 

                                   XII

 

Por eso te busqué. Hoy te he buscado

todavía, hoy, en los grandes poemas

de amor, a ver qué dicen o qué imagen

es la apropiada, se aproxima a ti,

y no entiendo por qué siempre que hablan

del corazón, en todos, lo asemejan

a piedras, rocas, minerales duros:

la única vez que tuve uno en mis manos

me pareció más bien como una esponja,

tan fácil de apretar, tan vulnerable.

El corazón lo mismo que una esponja

para limpiar los platos sucios, para

limpiar las manchas en una camisa,

para ordenar los muebles del hogar

y limpiarles el polvo acumulado.

El corazón lo mismo que una esponja

para limpiar el cuerpo, los rasguños.

La única vez que tuve uno en mis manos,

y pensé en estos gestos de cariño,

pensé en tu corazón, en que dijiste

mi corazón es tuyo, y en que ahora

soy un cuarto ordenado, una camisa

impoluta, unos platos por servir.

Soy alguien habitable a la medida

de esto que tu corazón supo intuirme,

como un hogar construido sobre plano.

 

Una urbanización de los momentos

que compartimos juntos, que protejo

de estudios australianos, de peligros

de extinción. Un lugar donde aún viven

nuestras mascotas, donde nos esperan

tras la puerta, impacientes. Este espacio

irá en nosotros siempre y cuando sea

dos mil cincuenta y uno. Este espacio

que nos hará a nosotros: cuando abran

nuestros cuerpos quemados por el cambio

climático, tendrán todo este sitio

en sus guantes de látex. Cuando aparten

el corazón del cuerpo, apartarán

lo que fue nuestra casa; cuando quiten

los pulmones, el césped donde hicimos

tantas comidas con amigos nuestros,

y a veces solos, y a veces sin ropa.

Por eso te busqué. Hoy te he buscado

todavía, porque queda por construir,

por ser aún el refugio que nos quede

aunque no resista al dos mil cincuenta.

Hoy sé que quiero extinguirme contigo.


                                   XII

 

Pero ¿y si no llegamos?, ¿y si alguien

de nosotros dos muere, por ejemplo,

mañana o dentro de unos años o,

por qué no, cuando acabe este poema,

si es que tiene final posible?, ¿cómo

acaba un poema que no tiene fin?

Pero ¿y si no llegamos? Quién entierre

a quién es lo de menos, amor. Para

morir los dos basta con que uno muera.


                                  XII

 

Me he encerrado, como quien se encierra

para estudiar en una habitación,

en este poema, en las cuatro paredes

de este poema, después de descargarme

todos los documentales y series

sobre especies extintas y el futuro.

Quiero formarme, saber sobre el fin

de nuestra especie, las pocas que queden.

De luchar juntos contra lo que venga,

contra el dos mil cincuenta y sus catástrofes,

y la crisis climática y las crisis

que hemos heredado del siglo veinte.

 

Hay muchas cosas por las que luchar

juntos, amor, en el dos mil cincuenta.

Sus olas de calor, su escasez, éxodos

donde luchemos, juntos, contra el clima

y contra enfermedades sin diagnóstico

que vendrán, desde el hielo derretido

de los polos, al agua embotellada

y el grifo, con sabor a micro plástico.

En otro estudio estadounidense

de Enviromental science tehnology,

amor, en este estudio sobre el plástico

que ingerimos en agua y alimentos,

bebemos una tarjeta de crédito

semanal, hasta unas cincuenta y dos

al año, amor: jamás tuvimos tantas

tarjetas para usar ni el banco, creo,

nos lo permitiría. Cincuenta y dos

tarjetas en mi cuerpo y no consigo

llegar a fin de mes ni a las facturas.

 

Me he encerrado, como quien se encierra

para estudiar en una habitación,

en este poema, en las cuatro paredes

de este poema, ¿por qué iba a ser peor

que encerrarme ahí fuera, en ese mundo

a punto de estallar guerras por agua,

guerras nucleares, guerras por comida?

Me encierro en este poema, no en el mundo.

Yo enfrento al mundo con este poema.

Lo enfrento con los versos y el amor:

todo lo que no pueden aún quitarme.



 Jorge Villalobos. Para morir los dos basta con que uno muera. Ed. Valparaíso. 2020

 

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