LO ABSURDO
DE LO NO ABSURDO
Juan Sebastián
Tengo ante mí y leo con gusto el interesante libro Ficcionario de la madrugada que ha
publicado recientemente el poeta malagueño Rafael Alcalá, en la editorial Amazon.
El autor propone al lector una serie de situaciones
aparentemente absurdas, pero que van tirando de él hasta hacerlo comprometerse
con cada trasunto, como si estuviese en juego su propia inteligencia. Es como,
si al levantar la vista, uno se encontrara con que la realidad, con su amor,
sus ilusiones o su muerte, es más absurda que el texto.
En una serie de 74, digamos que ofertas de micro-relatos,
ensayos, instrucciones, aforismos… (no le preocupa un tratamiento formal ni un
orden en ese sentido) el poeta nos va ofreciendo las más inverosímiles de las
situaciones y los más increíbles de los personajes que, en el fondo no hacen
más que retratar las aristas de nuestra propia personalidad. Porque Rafael no
se dirige a un colectivo: pretende llegar a cada uno de sus lectores, como en
un diálogo personal e íntimo.
Como dice Antonio García Velasco en el prólogo: ”Ante el tipo
de literatura que Rafael Alcalá nos presenta en este libro, caben dos
actitudes: la errónea del rechazo al absurdo o la asertiva de cooperar con el
autor y acompañarlo en su recorrido por un mundo en el que todo es posible”.
En libros anteriores, siempre ha mostrado sus versos un
sentido existencial, una búsqueda del latido humano. Aquí, aunque no lo
parezca, cada personaje, cada propuesta, cada sentencia, nos pone ante el
espejo y, a pesar de las aparentes barbaridades que van ocurriendo, algo
personal le prestamos a cada personaje y a cada hecho, porque el poeta nos
obliga a ello.
No voy a descubrir aquí, lógicamente, “el final de cada
película”. Solo diré que aparecen, entre otros, personajes tan curiosos como un
licántropo, al que le gusta el chocolate; una novia autoantropófaga; una
gaviota vegetariana; dos moribundos, cada uno en su relato: uno que agoniza
interesándose por las rosas, y otro que muere cantando aquello de “Yo tenía una
ovejita lucera…” que nos cantaba, en los años 50, el bueno de Pepe Mairena “El
Cantor Zoológico”.
Este libro, rompedor de monotonías, ciertamente alejado de
dignísimos libros de relatos cortos de autores anteriores es, a todas luces
recomendable, por su singularidad y por lo variado y atractivo de sus entrañas.
Comprométanse con Rafael.
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