Se quedaron con todo,
también con el rencor,
las formas de reconstruir la esperanza,
de hacernos
en su idea de la justicia
una ausencia de culpables.
Aunque ya no queman libros
y se han sacudido, como caspa,
al innombrable,
el presente sigue siendo de azul en las camisas.
Nunca vendrán los nuestros,
porque no se puede avanzar ni un milímetro
en la fosa común que les labraron.
Se destiñó su color,
el de la sangre.
Atados y bien atados
los dejó el general,
como a nosotros.
Los que llegaron después,
eran sus hijos.
Antonio Orihuela. Esperar sentado. Ed. Ruleta rusa, 2017
"Está mi guitarra entera,
ResponderEliminarde luto, pero no llora,
aunque llorar es humano.
No llora por que la hora,
no es de lagrima y pañuelo,
sino de machete en mano".
Nos dejaron bien atados y amordazados...
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