Hay días
que no huele a gasolina dentro del Mehary.
Vuelves la vista y te encuentras
a la muerte, sonriendo.
Te da una palmada en el hombro
y te dice que tires pa' lante,
que no pasa nada...
Te para entonces un policía de tráfico
pero cuando introduce su cabeza verde, saludando,
cambia a blanco,
da las buenas tardes,
balbucea que siga,
que siga,
y hasta por dos veces
se me duerme en el regazo
durante el viaje
y por dos veces
otros coches me pitan
y hacen luces
como si supieran
qué es lo que llevo dentro.
Me dice que pare en casa,
y en un descuido
le cambio los números al pastel de cumpleaños.
Siento entonces
su mano por mi pelo
y muy suave
colocar su cráneo frío sobre mi hombro.
Llegan luego los besos de papel
dentro de un abrigo
y nieve afuera.
Me pregunto cómo no sientes miedo
cuando te digo que somos tres
y que me tumbaré sobre la cama
y no podré cerrar los ojos
ni unir las manos
y tendrás tú que hacer todo eso
y terminar por mí
este poema.
Antonio Orihuela. Esperar sentado. Ed. Ruleta rusa, 2017
Pues así es.
ResponderEliminarEn cualquier momento...¡zás! Sólo que con menos letras.