EN BUSCA DE UN BUEN TRAGO
I
¿quieres escribir?
sal a la calle y que te pase algo
bebe
arma un gran alboroto
enamórate en cada estación
provoca más peleas de las que puedas librar
increpa a la autoridad
activa las alarmas contra incendios
y corre
corre
corre
entonces
respira profundo
y vuelve a beber
olvida pagar los tragos
olvida si estás solo o no
si tienes el cuerpo deshecho
o el alma en vilo
no importa
anda a devorarte la ciudad
la vida
una vez al borde
salta
regresa entonces a la pluma
y al papel y arrójalos lejos
las letras ya llegarán
o tal vez no
no importa
escribir es un mero accidente
vivir no
y de lo que se trata
es de vivir
descarada y displicentemente
hasta agotar las botellas
las historias
las mujeres
transitar por calles
callejones
cantinas
corazones
en busca de un buen trago
de un buen verso
II
no se trata de escribir ebrio
no escribes ebrio
con unas cuantas copas sí
puede que hasta con un toque
o dos
pero borracho perdido no
simplemente no se puede
follar sí
es mecánico
alcoholizado podrías follarte
hasta un neumático
pero no escribir
escribir no
entonces
ser borracho no te hace más listo
ni más atractivo
ni más divertido
ni más valiente
ni más elocuente
no te hace escritor
ser borracho sólo te hace
más borracho
III
escribir es una carrera de resistencia
una pelea
demasiado larga
como para tomársela en serio
¿quieres escribir?
le preguntas al tipo equivocado
pero
podrías empezar
por no hacerme caso
a fin de cuentas
sólo soy un ebrio endemoniado
que en ocasiones
en busca de un buen trago
se encuentra con un buen verso
el cual
la mayoría de las veces
lamentablemente
olvida
De “Porno para perdedores y otros sucios hábitos”.
A LETTER TO ELISE
I
¿Recuerdas el Wish, los trapos oscuros,
las botas pesadas
y el nido de cuervo en mi cabeza?
Todas las tardes
esperábamos sentados en las escaleras
a que algo grande nos sucediera
y nunca pasaba nada,
sólo la vida.
Y nunca teníamos dinero,
pero eso no nos inquietaba
pues teníamos los libros
y los discos
y las cervezas
y los antidepresivos
que encontramos en el abrigo favorito de tu madre
una de esas tardes en que jugábamos a ser
estrellas de rock.
(Tú eras Nina Hagen,
yo desde luego, Robert James Smith)
Nunca teníamos dinero,
pero teníamos calles
y conversaciones interminables.
Teníamos tiempo
y una maliciosa inconstancia
para eso de las clases y los horarios.
Teníamos un estéreo nuevo
y todos los discos de The Cure.
Nunca teníamos dinero,
pero de alguna forma siempre te las arreglabas
para conseguir tequila y naranjada
que solíamos beber en los puentes,
mientras abajo el tráfico
nos hablaba de un mundo
profundamente fastidioso
y despreciable.
II
Íbamos a conciertos
(que en esos tiempos eran pocos)
con el dinero que le estafábamos
a nuestros amigos.
Así, vimos a Depeche
con los fondos obtenidos
por una guitarra que vendimos tres veces,
y que ni teníamos,
y a Tears for fears
con lo adquirido de botear
(según nosotros)
en respaldo al CEU.
-Apoya la huelga compañero,
estamos luchando por tus derechos-
les decíamos ceremoniosamente.
En esa ocasión nos alcanzó hasta para las cervezas.
III
Estoy (casi) seguro de que recuerdas el Wish,
lo robamos de una tienda de discos
que estaba en el Centro.
Corrimos como si en eso se nos fuera la vida
y cuando nos sentimos a salvo
no paramos de reír.
Lo dejamos sobre la mesita
y lo contemplamos durante una hora
antes de siquiera abrirlo.
Sonó el primer acorde de Smith,
y luego un clásico fraseo
en el bajo de Simon Gallup
y todos nuestros demonios
se desataron.
Afirmábamos que The Cure
nos hablaba a nosotros
¿recuerdas?
Lloramos inconsolablemente con Apart
(aún me sigue sucediendo),
después bailamos hasta rompernos,
sin darle importancia a cosas como los pies.
Y simplemente sucedió. No pudimos evitarlo.
Lo arruinamos todo con saliva y sudor y jadeos.
Se acabaron las sonrisas,
las estafas,
hasta las conversaciones largas
y las tardes sentados en las escaleras de la escuela.
A cambio vinieron horas y días enteros
de sexo enardecido,
de cicatrices,
de celos.
Pronto ya no quedó nada de nosotros,
sólo la promesa de asistir juntos
a un concierto de The Cure
(siempre The Cure),
aunque esto significara
atravesar el mismo infierno.
No volví a saber nada más de ti.
IV
Te vi en el concierto,
ibas con un oficinista.
Yo iba con el mejor de mis amigos.
Ya no eras Nina Hagen
y hace mucho que el cuervo en mi cabeza
emprendió el vuelo.
Al verme me saludaste con ese gesto de
“sabía que estaríamos aquí”.
Te perdiste entre la gente.
Cuando la banda hizo sonar
los primeros compases de Open
comencé a bailar,
seguramente tú hiciste lo mismo.
Es algo que no podemos evitar.
Mi amigo bailaba y lloraba emocionado.
(Ahora estoy seguro de que recuerdas el Wish.)
Nunca supimos a dónde fue
todo lo que alguna vez deseamos.
(A veces extraño al tipo que era
cuando estábamos juntos.)
De “El monstruo de arriba de la cama”.
TARDE OTRA VEZ
I
Toda la vida he tenido la impresión
de que me he olvidado de algo,
que me he perdido de algo,
que carezco de algo que los demás sí tienen.
Tal vez por eso ando con el humor desvencijado
y con esta maldita sensación
de estar siempre llegando tarde a todo,
principalmente al amor.
Tal vez por eso aprendí a estar solo,
a comer y beber solo.
Me acostumbré a vivir con la angustia
de las horas desperdiciadas
atorada en mi costado.
Me acostumbré al silencio.
II
Toda la vida he buscado ese algo que no tengo
en la luna pendiente del verso,
en el sueño desechado,
en el rock malogrado de mi adolescencia,
en el interior de las mujeres que me he bebido
y el corazón de las botellas que he resquebrajado,
en la orilla de la madrugada,
en las calles descarnadas bajo las luces de la Gran Ciudad.
No encuentro nada,
sólo mis restos
tropezando
con lo que alguna vez fueron
altas expectativas.
Abatido
arrastro mis astillados huesos
por senderos divididos.
Tomo constantemente el camino equivocado
pero hace mucho que ya no me importa.
Es más fuerte mi necesidad de abismos,
mi obsesión por las sombras
y el vértigo de la caída expuesta.
III
Retorno
a mi soledad obstinada.
Es tarde otra vez.
El silencio sólo es la balsa a la que me aferro
después del naufragio.
De “Muro de silencio”.
ESPEJOS
I
No me gustan los espejos,
el último que tuve se lo llevó una mujer
junto con todas sus promesas
y todos los químicos que utilizaba
para detener el tiempo,
para enredarse con el reflejo
de lo que nunca fue.
No me gustan los espejos,
especialmente los de las cantinas.
Un momento estás haciendo recuento
de las distintas botellas que te has bebido
y de pronto apareces del otro lado
cada vez más viejo,
destrozado.
Te preguntas cómo has podido llegar hasta ahí,
cómo has conseguido sobrevivir
siempre defraudando,
huyendo,
engañando,
robando a quien se deje
esa vitalidad que sólo obtienes
después de la sagrada ceremonia del alcohol.
Te preguntas qué es lo que Ella ve en ti
si no eres más que un bulto de dolencias,
huesos rotos,
úlceras,
sistema nervioso destrozado,
encías sangrantes,
arterias congestionadas,
corazón a medio andar
pero furioso,
necio.
Israel Miranda
Fotografía de Juan Sánchez Amóros
¿quieres escribir?
sal a la calle y que te pase algo
bebe
arma un gran alboroto
enamórate en cada estación
provoca más peleas de las que puedas librar
increpa a la autoridad
activa las alarmas contra incendios
y corre
corre
corre
entonces
respira profundo
y vuelve a beber
olvida pagar los tragos
olvida si estás solo o no
si tienes el cuerpo deshecho
o el alma en vilo
no importa
anda a devorarte la ciudad
la vida
una vez al borde
salta
regresa entonces a la pluma
y al papel y arrójalos lejos
las letras ya llegarán
o tal vez no
no importa
escribir es un mero accidente
vivir no
y de lo que se trata
es de vivir
descarada y displicentemente
hasta agotar las botellas
las historias
las mujeres
transitar por calles
callejones
cantinas
corazones
en busca de un buen trago
de un buen verso
II
no se trata de escribir ebrio
no escribes ebrio
con unas cuantas copas sí
puede que hasta con un toque
o dos
pero borracho perdido no
simplemente no se puede
follar sí
es mecánico
alcoholizado podrías follarte
hasta un neumático
pero no escribir
escribir no
entonces
ser borracho no te hace más listo
ni más atractivo
ni más divertido
ni más valiente
ni más elocuente
no te hace escritor
ser borracho sólo te hace
más borracho
III
escribir es una carrera de resistencia
una pelea
demasiado larga
como para tomársela en serio
¿quieres escribir?
le preguntas al tipo equivocado
pero
podrías empezar
por no hacerme caso
a fin de cuentas
sólo soy un ebrio endemoniado
que en ocasiones
en busca de un buen trago
se encuentra con un buen verso
el cual
la mayoría de las veces
lamentablemente
olvida
De “Porno para perdedores y otros sucios hábitos”.
A LETTER TO ELISE
I
¿Recuerdas el Wish, los trapos oscuros,
las botas pesadas
y el nido de cuervo en mi cabeza?
Todas las tardes
esperábamos sentados en las escaleras
a que algo grande nos sucediera
y nunca pasaba nada,
sólo la vida.
Y nunca teníamos dinero,
pero eso no nos inquietaba
pues teníamos los libros
y los discos
y las cervezas
y los antidepresivos
que encontramos en el abrigo favorito de tu madre
una de esas tardes en que jugábamos a ser
estrellas de rock.
(Tú eras Nina Hagen,
yo desde luego, Robert James Smith)
Nunca teníamos dinero,
pero teníamos calles
y conversaciones interminables.
Teníamos tiempo
y una maliciosa inconstancia
para eso de las clases y los horarios.
Teníamos un estéreo nuevo
y todos los discos de The Cure.
Nunca teníamos dinero,
pero de alguna forma siempre te las arreglabas
para conseguir tequila y naranjada
que solíamos beber en los puentes,
mientras abajo el tráfico
nos hablaba de un mundo
profundamente fastidioso
y despreciable.
II
Íbamos a conciertos
(que en esos tiempos eran pocos)
con el dinero que le estafábamos
a nuestros amigos.
Así, vimos a Depeche
con los fondos obtenidos
por una guitarra que vendimos tres veces,
y que ni teníamos,
y a Tears for fears
con lo adquirido de botear
(según nosotros)
en respaldo al CEU.
-Apoya la huelga compañero,
estamos luchando por tus derechos-
les decíamos ceremoniosamente.
En esa ocasión nos alcanzó hasta para las cervezas.
III
Estoy (casi) seguro de que recuerdas el Wish,
lo robamos de una tienda de discos
que estaba en el Centro.
Corrimos como si en eso se nos fuera la vida
y cuando nos sentimos a salvo
no paramos de reír.
Lo dejamos sobre la mesita
y lo contemplamos durante una hora
antes de siquiera abrirlo.
Sonó el primer acorde de Smith,
y luego un clásico fraseo
en el bajo de Simon Gallup
y todos nuestros demonios
se desataron.
Afirmábamos que The Cure
nos hablaba a nosotros
¿recuerdas?
Lloramos inconsolablemente con Apart
(aún me sigue sucediendo),
después bailamos hasta rompernos,
sin darle importancia a cosas como los pies.
Y simplemente sucedió. No pudimos evitarlo.
Lo arruinamos todo con saliva y sudor y jadeos.
Se acabaron las sonrisas,
las estafas,
hasta las conversaciones largas
y las tardes sentados en las escaleras de la escuela.
A cambio vinieron horas y días enteros
de sexo enardecido,
de cicatrices,
de celos.
Pronto ya no quedó nada de nosotros,
sólo la promesa de asistir juntos
a un concierto de The Cure
(siempre The Cure),
aunque esto significara
atravesar el mismo infierno.
No volví a saber nada más de ti.
IV
Te vi en el concierto,
ibas con un oficinista.
Yo iba con el mejor de mis amigos.
Ya no eras Nina Hagen
y hace mucho que el cuervo en mi cabeza
emprendió el vuelo.
Al verme me saludaste con ese gesto de
“sabía que estaríamos aquí”.
Te perdiste entre la gente.
Cuando la banda hizo sonar
los primeros compases de Open
comencé a bailar,
seguramente tú hiciste lo mismo.
Es algo que no podemos evitar.
Mi amigo bailaba y lloraba emocionado.
(Ahora estoy seguro de que recuerdas el Wish.)
Nunca supimos a dónde fue
todo lo que alguna vez deseamos.
(A veces extraño al tipo que era
cuando estábamos juntos.)
De “El monstruo de arriba de la cama”.
TARDE OTRA VEZ
I
Toda la vida he tenido la impresión
de que me he olvidado de algo,
que me he perdido de algo,
que carezco de algo que los demás sí tienen.
Tal vez por eso ando con el humor desvencijado
y con esta maldita sensación
de estar siempre llegando tarde a todo,
principalmente al amor.
Tal vez por eso aprendí a estar solo,
a comer y beber solo.
Me acostumbré a vivir con la angustia
de las horas desperdiciadas
atorada en mi costado.
Me acostumbré al silencio.
II
Toda la vida he buscado ese algo que no tengo
en la luna pendiente del verso,
en el sueño desechado,
en el rock malogrado de mi adolescencia,
en el interior de las mujeres que me he bebido
y el corazón de las botellas que he resquebrajado,
en la orilla de la madrugada,
en las calles descarnadas bajo las luces de la Gran Ciudad.
No encuentro nada,
sólo mis restos
tropezando
con lo que alguna vez fueron
altas expectativas.
Abatido
arrastro mis astillados huesos
por senderos divididos.
Tomo constantemente el camino equivocado
pero hace mucho que ya no me importa.
Es más fuerte mi necesidad de abismos,
mi obsesión por las sombras
y el vértigo de la caída expuesta.
III
Retorno
a mi soledad obstinada.
Es tarde otra vez.
El silencio sólo es la balsa a la que me aferro
después del naufragio.
De “Muro de silencio”.
ESPEJOS
I
No me gustan los espejos,
el último que tuve se lo llevó una mujer
junto con todas sus promesas
y todos los químicos que utilizaba
para detener el tiempo,
para enredarse con el reflejo
de lo que nunca fue.
No me gustan los espejos,
especialmente los de las cantinas.
Un momento estás haciendo recuento
de las distintas botellas que te has bebido
y de pronto apareces del otro lado
cada vez más viejo,
destrozado.
Te preguntas cómo has podido llegar hasta ahí,
cómo has conseguido sobrevivir
siempre defraudando,
huyendo,
engañando,
robando a quien se deje
esa vitalidad que sólo obtienes
después de la sagrada ceremonia del alcohol.
Te preguntas qué es lo que Ella ve en ti
si no eres más que un bulto de dolencias,
huesos rotos,
úlceras,
sistema nervioso destrozado,
encías sangrantes,
arterias congestionadas,
corazón a medio andar
pero furioso,
necio.
Israel Miranda
Fotografía de Juan Sánchez Amóros
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