Todos
mis amigos se acuerdan de cuando y dónde olvidaron la virginidad
esa.
Es
posible que fuese en primero de secundaria, lo que antes era bup,
pero
también es probable que no, fue mucho antes, creo, ¿o no?
hay
días que preparo unas empanadas que ni os cuento, hoy es uno de
ellos;
y me
pregunto qué necesidad tengo o qué manía de querer saberlo, ahora,
y me
cuestiono si era un niño virgen antes de dejar de serlo,
pero
yo no era niña
pero
era virgen
yo
era un virgen niño, creo,
es
posible que fuese una virgen masculino.
Es
posible que ya naciese no virgen y no lo entienda, o al revés;
mis
tíos cuando venían a verme me decían que tenía cara de santo,
y mi
abuela que era el diablo reencarnado,
virgen
– santo – diablo,
el
caso es que es posible que este lío o pollo haya afectado bastante a
mi crecimiento.
Un
crecimiento estandarizado.
Ahora
que lo pienso con calma, tal vez por culpa de todo este lío
santoral,
virgicopulado,
religioso y endemoniado
recibiese
unas cuantas hostias terrenales a tiempo
a
modo de doctrina espiritual reformista,
es
posible, es posible, que las vírgenes sin recortes hayan sido un
secreto de confesión,
es
posible, es posible que todo sea una obsesión, sin ton ni son.
Yo
creo que a mi me parieron revirgen o no perdí la virginidad
hace
muchos años ya, lo que ocurre es que me cayó, por ahí por un banco
o por cualquier ribazo, y lo que quiero decir
es
que si alguien se la ha encontrado, pues que no la tire,
le
rogaría que me la devolviese en el mejor estado posible,
porque
ahora, ya a los cincuenta uno desearía volver hacia atrás de forma
virgiginosa;
es
posible que la virginidad no la curen los médicos,
creo
que no, ni la imbecilidad, lo sé, es posible,
y
tanto que es posible que algún día se me aparezca la Virgen
y me
aclare todo este pollo, pollito, ¿o ya nació polla?, es posible, es
posible.
Javier Gm. El Tirachinas. Ed. Babilonia
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