(Laurens Hoevenaren)
Cierro los ojos y aparecen lagartijas
como culebras alzadas en patas.
Quiero agarrarlas con la pluma
y las palabras pierden la piel
mucho antes de surgir el renglón.
Se arrastran por la cabeza, habitan
rincones a los que nunca llegué. No me atreví.
Si los rincones cambian
en manos,
y después en látigos, grilletes, alambradas,
si una vela pasa a
ser un foco reflector,
las palabras y las letras acaban quemadas;
el sentido nunca existió.
Y por eso no cierro los ojos, pero sin ganas:
no hay mayor suplicio que la propia mente.
Laurens Hoevenaren, 2015
(Traducción del neerlandés: Agustin B. Sequeros)
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