Acaba de caer en mis manos un libro Rafael Alcalá, se titula
“La voz interna de Juana”. Muchos reyes y reinas han pasado a la historia no
por el ordinal que le correspondía en el orden sucesorio sino por su
sobrenombre. Así hemos tenido un rey Sabio (Alfonso X), otro, Deseado (Fernando
VII) y una reina Católica (Isabel I), madre de la que nos interesa que es la
Juana del título. Parece ser que el nombre de Juana en la historia de España
está rodeado de un aura de mala suerte, pues hubo una Juana, hija de Enrique IV
de Castilla y sobrina de Isabel la Católica al ser aquél hermano suyo, que
llevó el sambenito de la Beltraneja por ser considerada hija del favorito real
Beltrán de la Cueva, debido a lo cual su padre fue llamado el Impotente. Pues
bien, nuestra Juana fue llamada la Loca y por ello apartada del poder que
legítimamente le correspondía. De su tipo de locura son muchas las conjeturas:
dicen unos que enloqueció de amor y de celos por su esposo Felipe, otros opinan
que era de carácter nervioso e inquieto, tal vez esquizoide , pero no hay nada
seguro, pues todo lo que de ella sabemos viene de fuentes que la condenaron a
vivir aislada en Tordesillas. Su larga vida (76 años) fue un cúmulo de
decepciones y traiciones: su marido la engañó con otras mujeres y la usó para
acceder al poder de Castilla; su padre la aisló a la muerte de su marido por
influencias del regente Cisneros, y su hijo Carlos la mantuvo encerrada a pesar
de no haberle traicionado cuando los Comuneros de Castilla la liberaron. Si
después de todas estas vicisitudes una persona permanece cuerda sería un
milagro, pues gente mucho más centrada perdió la cordura por menos. Pero
dejemos la historia y vayamos a “La voz interna de Juana” que no es una
vindicación romántica del personaje de Juana la Loca, ni un estudio psicológico
de su personalidad, sino un intento de empatizar con la desgracia que le afectó
de lleno minando su salud mental. No se trata tampoco de una biografía al uso
con profusión de datos y opiniones eruditas sobre su enfermedad mental, sino de
un viaje a su alma rota, una especie de unión mística con alguien que sufrió
injustamente; por eso se prescinde de la prosa y se recurre a la poesía porque
el dolor y el desengaño encuentran en ella el vehículo adecuado para sobrevolar
su alma como el águila otea el paisaje, siendo la prosa muy pesada para este
menester. Rafael Alcalá hace un recorrido por el interior de Juana no como un
entomólogo ávido de clasificar o descubrir una nueva especie sino para hacer
luz sobre alguien marcado por los amores : de esposa, de hija y de madre que en
nada le beneficiaron ni, mucho menos, reconfortaron. “Las marcas que tu amor
dejó en mi alma” es como el poeta nos introduce en una larga vida de amores no
correspondidos que jamás apagaron el ardiente corazón de Juana.
José Cabanes
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