Arden
las
margaritas deshojadas de estos años,
las
manos negras que mataron la inocencia de tu piel.
Asustan
los
sepulcros de caníbales murmurando más sangre,
los
vampiros de tu canto blanco.
Vienen
hordas
de ciegos que alumbran caminos,
huracanes
traviesos que recorren tus piernas.
Tartamudean
las
razones ordenadas, las voces más sabias.
Saltan
liebres acechando claros de bosque.
Desordenan
las
atmósferas las luces sordomudas,
queman
el limbo de los idiotas más célebres.
Aborrecen
los
rumores más ciertos toda mentira,
clarean
mares en ocre, pestilentes, asustados.
Llegan
las
calandrias,
las
rosas, el perfume.
Acaso
llega la esperanza.
Aprende
a gatear
el
amor.
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Fotografía de Juan Sánchez Amorós
Trillados casis hipando angostos sumideros a trémulo destajo.
ResponderEliminarTorva evidencia tantas veces señalada.
Párpado izado a garfio,
tímpano taponado a matraca.
Vago fluir de atisbos…
restos de lo que queda por venir.
Aguardar. Aguardar siempre en Mientras Tanto,
nuestro genuino planeta.
Hay más de cuanto se precisa para la quiebra definitiva.
Este debe ser El Dorado de todos los Tampoco.
Ni una palabra más a ese túmulo.
Quizá un interminable bostezo,
tramo hueco entre el incipiente aullido
y el definitivo silencio.
(Del libro "Trillados casis", Loam, 1998, no publicado)